Mario Luis Altuzar Suárez: Director General |
Ana Rosa García Cruz: Gerente |
Omar Flores: Coordinador Editorial |
|
Adam Kardmón
La
Conspiración del Fin del Mundo
Por Mario Luis Altuzar Suárez
Capitulo II El Elegido -... y cuando llegó el director
general acompañado del funcionario de gobierno, ¡ya no le hallaron! El entusiasta comentario de Miguel lo
interrumpe su interlocutor: -
¡No
te pases mano! ¿Cómo no iba a estar? ¿No dices que lo encerraron con doble
llave y que le pusieron dos guardias de seguridad? ¡Ahí debería de estar! -
En
serio –insiste el cronista--, te digo que nadie supo explicar lo que había
pasado en el lugar y con el hombre. Me confirmaron que le buscaron por todo
el edificio y nunca apareció. ¡El hombre se esfumó! Los que estuvieron en ese
momento, tenían mucho miedo. ¡No te creas que era por la amenaza de que los
despidieran! No. Sino porque muchos de ellos pensaban que era cosa del
diablo. Otros creían que era un milagro y se persignaban al hacer sus
comentarios. ¡Hubo quien sostuvo que se trataba de un extraterrestre porque
desprendía un brillo extraño! ¿Te imaginas? Enfrentar la guerra de las
galaxias en estos momentos de terrible crisis económica y social, ¡sería
terrible! Pero, independientemente de las interpretaciones que se dieron,
todos coincidieron en un punto central: La única forma de que pudiese salir
del cuarto, era traspasando las paredes... -
¡Híjole,
mano! ¿Traspasar paredes? ¡Ahora sí que te manchaste! Me cae que te pasas. Ni
pareces estudiante de medicina. ¿Ya se te olvidó que la materia tiene
propiedades? ¡Es de párvulos! ¿O no? La materia se constituye de peso,
volumen y forma. ¿Podrías negar el principio científico, plenamente
comprobado, de que un cuerpo no puede ocupar el mismo espacio en el mismo
tiempo y lugar que otro cuerpo? Por lo tanto, tenemos que el hombre es
materia y las paredes también lo son, para concluir que es imposible que
puedan ocupar un mismo lugar en el mismo tiempo, que sería el traspasar la
pared. Hasta en el cuento del Hombre Invisible se acepta esta base de la
ciencia. ¿No te acuerdas? Con todo y su invisibilidad, el sujeto tiene que
abrir la puerta para salir de una habitación. No dejes en mal a tus maestros
que te dan tan buenas calificaciones. ¡Mejor cuéntanos una de vaqueros! -
¿Qué
explicación puede darse, entonces, al caso que observaron muchas personas? –
dice en su persistencia el estudiante. -
¡No
seas tan ingenuo! Lo más seguro es que los dos guardias tienen la clave del
secreto. Los caminos de la corrupción son inescrutables. Esos miserables
están a base de salarios de hambre. A cada rato se denuncia en los medios de
información que la Hermandad de los jefes no desaparece por más intentos de
limpieza que intentan hacer las administraciones públicas, sean del partido
que sean. A la tropa les exigen su cuota diaria y ellos, deben buscar la
forma de sacarla. En la tele se han documentado esos actos de corrupción. Se
confabulan con los delincuentes para atracar a los transeúntes o paran los
carros sin mayos justificación. Están mezclados con bandas de secuestradores.
¿No crees que le pidieron una lana para dejarlo ir? -
No
llevaba dinero. Solamente la bata del hospital. -
¡Chale,
mano! Te aferras en serio. Si al detener a un cliente en frente de un banco,
¡hasta lo acompañan a su casa para que les de la feria! Lo mismo pudieron
hacer en este caso. -
Pero
alguien pudo verlo salir... -
Eso
es seguro. ¿Pero, quién diría algo? Primero, debes considerar que estamos
acostumbrados a solidarizarnos con cualquiera que persiga la policía y en
segundo lugar, ¿quién lo vio? Además de los dos guardias, ¿alguien más podría
identificarlo? ¡Nadie! Y pudo salir sin mayor problema. ¿No dices que el
ministerio público lo iba a investigar? ¡Quién sabe que le iban a encontrar
al angelito y mejor se peló! -
¿Y,
si no hizo nada? -
¡Con
mayor razón mano! ¿Para qué quedarse y que le cargaran culpas ajenas? -
¿Y
si se tratase de uno de esos espías que se las saben todas? --Terció otro
estudiante--, bien pudo esconderse en el ducto de aire acondicionado y
esperar el momento oportuno para fugarse. En ese hospital en donde se carece
de lo indispensable, el sistema de ventilación no sirve y no lo reparan para
ahorrarse el mantenimiento. Yo creo que por allí se fugó. Estuvo escondido hasta
que pasó la confusión y cuando ya nadie lo buscó, aprovechó el momento y
simplemente se fue, al fin que era un perfecto desconocido. -
¿En
que basas una hipótesis tan jalada? –dice el escéptico interlocutor sin
percatarse del malestar de Miguel. -
¡No
te creas que tan jalada, manito! Miren, pongan mucha atención: El tipo jamás
dijo su verdadero nombre. ¿O no? ¡Intentaba ocultar su verdadera identidad!
Para posponer un posible interrogatorio grueso, soltó un anzuelo con el
chiste ese de Adán Carmón... -
¡Adam
Kardmón, pendejo! -
La
verdad, desconozco si era pendejo... -
¡Él
no, sino tú! -
Bueno,
bueno, cómo se llame ese cabrón. ¿En qué iba? Ya hiciste que se me fuera el
hilo. ¡Ah, sí! Como decía, proporciona un nombre que provoque desorientación de
su verdadera identidad. Pero no deben olvidar que hay agencias que entrenan
muy bien a sus agentes en el arte de engañar con la verdad. ¡Aquí mismo, en
la universidad, los tenemos y se hacen pasar como universitarios! ¡Y lo son!
Pero fósiles. Pues ese sujeto bien puede pertenecer a un operativo muy
sofisticado. En Jóvenes para la Ciencia nos dijeron que la Universidad está
colaborando con las principales potencias industriales en un programa que se
llama Genoma Humano. ¡Y México es muy importante en este campo! ¡Acuérdense
del doctor Madrazo! Descubrió el tratamiento para el “mal del sambito” y
otros investigadores avanzaron en el descubrimiento del superconductor que
utilizarán las naves espaciales en el futuro cercano. ¡Yo creo que por ahí
está el asunto! Además, se ordenó hermetismo en el personal, seguramente
porque ya lo tienen bien ubicado y quien sabe si sepamos cuando lo
detengan... -
¡Sí,
mano! –retoma la palabra el primer oyente-, no te tritures el cerebro. Hay
lógica. Si consideramos que la NASA ya envió una sonda a Marte y para
protegerla, porque ya había desaparecido otra sin dejar huella, la dotaron de
un sistema de proyección de hologramas. Un avance tecnológico que ya puede
estar en poder de las agencias internacionales de espionaje. Chance y este
cuate traía uno de estos equipos en miniatura, reducido por la magia de los
micro chips y logró esconderse para fugarse después. ¡Tú sabes! Si los pescan
son enjuiciados sumariamente y ajusticiados sin contemplaciones y... para
salvar el pellejo, la imaginación es poderosa y activada por el instinto de
conservación. ¡Miren! Allá viene Karla. Vamos a ver que nos cuenta la chava. Observan a una joven de aproximadamente veinte años de edad, pelo
lacio que le cae a los hombros y que enmarca la redondez de su rostro con
nariz respingada y ojos púrpura, incapaces de ocultar su inquieto carácter.
Como es costumbre en ella, los libros y libretas buscan zafarse de sus
brazos. Una pluma cae el suelo y le obliga a inclinar su metro cincuenta y
cinco de estatura. -
¡Qué
onda, galanes! ¿Qué se traen? ¡Por esos gestos de importancia, parece que
intentan ocultar algo! -
¡Hay
que te cuente Miguel! Pero promete no reírte. -
Soy
toda oídos. A ver, suelta de una vez. -
Escucha
con atención la narración de su compañero de facultad. Guarda unos instantes
de silencio. Frunce el entrecejo al momento de mordisquear nerviosamente sus
labios y expresa: -
-¡Qué
barbaro! Yo de plano le encuentro un gran parecido con Kalimán. Mi padre
tiene una colección de la revista del Hombre Increíble educado rigurosamente
en el Tíbet por los Monjes Lamas. ¿No conocen ese cómic de las sesenta? Era
un tipo bien, pero bien dotado por la naturaleza. ¡No le dolía nada! Siempre
estuvo acompañado de un niño llamado Solín. ¡Hasta radionovela le hicieron!
Dominaba los poderes de la telepatía, la proyección mental, la hipnosis, la
levitación, el desdoblamiento espiritual y me acuerdo que en algunas
aventuras, realizó la muerte fingida para poder escapar de sus enemigos que
eran mafiosos o de esos locos que buscan dominar el mundo, sin soslayar que
se enfrentó a vampiros y grupos sectarios. Su nombre lo adoptó de la Diosa
hindú llamada Kali, que según su tradición, exige tributos de sangre a sus
adeptos quienes no pueden estar sin asesinar por medio de sogas con nudos
para provocar la asfixia. Es también conocida como Druga, la esposa de Siva.
Y si tiene contacto con ella, pues ¡fácil!, se obtienen esos poderes... -
¡Claro!
Allí está la clave del secreto. Yo también leí esa revista que guarda mi
hermano mayor –dice Raúl--, pero ¿cómo se me fue a pasar? Miren esto y me
darán la razón: Kali era la Diosa de la Energía y su esposo Siva es la
Tercera Persona de la Trinidad indostánica. Es una deidad renovadora. ¿Ven?
Si esa divinidad es renovadora, seguramente el sujeto que menciona Miguel es
uno de sus adeptos, y chance hasta uno de sus sacerdotes. Lo peligroso,
entonces, es que empiecen a parecer muchos estrangulados para que se pague el
servicio obtenido –y empieza a carcajearse. Karla interrumpe la eufórica
celebración del bromista: -
Esperen.
El tiempo en que los Dioses bajaban para mezclarse con los hombres, ya pasó.
Fue hace muchos siglos. Para estar en buena onda, yo creo que debemos darle
otra explicación. ¿O qué, ya se olvidaron de los Hombres de Negro? Esos que
proponen en las películas como los defensores de la especie humana de la
escoria del Universo. Trabajan en forma oculta y son financiados por el
gobierno de los Estados Unidos. Podemos aceptar que seres de otras galaxias
conviven con nosotros. Lo malo de todo esto, es que dicen que pueden
posesionarse de los cuerpos humanos sin que nadie pueda percatarse. Con esa
tecnología tan adelantada pueden hacer infinidad de cosas raras. ¡Ya lo
tengo! El herido que atendiste y logró recuperarse era un extraterrestre que
se posesionó del cuerpo del director general. ¿No dicen que fue el único que
entró y salió del lugar? Ahí lo tienen. Desde la primera vez en que entró y
salió de la habitación, ya no era el médico que todos conocieron, sino el
extraterrestre y los engañó a todos. ¿No les parece genial mi deducción? Miguel está realmente molesto. No
puede contener su irritación al ser el blanco de las burlas: -
¡Ya,
párenle! Mejor ni les hubiese contado. Aquí la cortamos y se acabó. -
No
te erices, chavo. Te hacemos un favor para que no te devanes inútilmente los
sesos y eres tan desagradecido que así nos pagas: Con gritos y mentadas en
silencio. ¡Ya no la haces, mano! Nosotros somos tus cuates y no queremos que
te alucines y pierdas el piso. Sin atender el reclamo, les da la espalda y levanta el brazo derecho
con la palma de la mano extendida en señal de una fastidiosa despedida.
Piensa que sus amigos están fuera de la realidad al no practicar la enseñanza
en algún hospital. Atribuye a esa condición su incomprensión. Desecha el recuerdo
del momento anterior y en su pensamiento recupera prioridad la narración de
sus compañeros de trabajo. Confirma cada vez que repasa la crónica de los
hechos del recuperado milagrosamente, que algo sobrenatural sucedió. Siente
la imperiosa necesidad de indagar hasta encontrar una respuesta sólida y
lógica al suceso. Independientemente de su espíritu
investigador, inculcado por el academicismo científico, el estudiante está
herido en su amor propio. Es el mejor en las aulas universitarias, con
calificaciones que le auguran la Medalla Gabino Barreda. Sus maestros
muestran su orgullo al ponerle de ejemplo y le dieron todo su respaldo para
que iniciara el servicio social en la capital de la República y mucho antes
del tiempo exigido por las autoridades, mientras que a otros los envían a
provincia y una vez que han concluido sus estudios. Su probada capacidad
alimenta su ego, y está confundido y lastimado al haber sido él, el que
recibió al herido y diagnosticó su imposible recuperación. ¿Podía haber
fallado en la apreciación a simple vista, de un moribundo? Miguel siempre
había criticado a los médicos que ocultan sus errores en la tierra del
cementerio. ¿Había incurrido en el irresponsable apresuramiento? De ser así,
piensa que es su obligación abandonar su carrera. Es preferible renunciar a
unos cuantos meses de recibirse, antes que ser un charlatán que engaña a sus
pacientes y los condena a la muerte. En los recovecos de su memoria existe un
atenuante: El agente del ministerio público constató que el herido estaba a
punto de morir. ¡Pero es un licenciado en derecho que nada sabe de medicina!
Es prioritario saber lo que realmente sucedió. El futuro profesional de un
estudiante pende del resultado. Así, en medio de sus cavilaciones,
llega a la puerta central de la biblioteca universitaria. Decide entrar y
buscar en los libros. La encargada observa el gesto preocupado del estudiante
y recibe su credencial. Busca en los anaqueles aquellos tratados que intentan
desentrañar el concepto del alma y su incidencia en el comportamiento humano.
Un tema encajonado en el psicoanálisis y el estudio del consciente y el
subconsciente, sin alcanzar la trascendencia en sus conclusiones para diluir
el enigma. Con el principio del francés Antonio Lorenzo de Lavoisier quien
estableció la ley de la materia, se han pesado a moribundos y cotejado la
diferencia de gramos al fallecer, sin que se logre el convencimiento
científico de que esa variable representa el alma y en cambio, se atribuye a
la pérdida de líquidos. Definitivamente, los umbrales de la
muerte se marginó al interés exclusivo de las revistas de ciencia-ficción y
las especializadas en fenómenos paranormales, sin lograr pasar a la seriedad
por la inconsistencia de concretar los experimentos en la repetición en el
laboratorio para establecer la metodología de comprobación y generar un
principio de enunciación. El estudiante se sorprende de la
cantidad de escritos sobre la creación de seres humanos en probeta, desde la
separación de los óvulos y espermatozoides, la inseminación artificial, la
implantación en el cuerpo femenino. Lo que está de moda en las revistas
científicas es la clonación de ovejas y sus repercusiones en la filosofía y
la moral de la sociedad que antepone la productividad y la eficiencia a
preceptos que consideran, son de la Edad Media. Poco existe, empero, sobre la
participación de los cuerpos militares en la experimentación científica en
diversos campos genéticos, con resultados fallidos, como son la abeja asesina
y el SIDA, aunque hay escasos pero substanciales indicios de que los cuerpos
castrenses muestran su interés de crear seres humanos clonados para conformar
ejércitos que enfrentarán las guerras del futuro sin la codificación genética
de los sentimientos, ya que al ser creados en laboratorio, piensan que carecerán
de alma y espíritu. Sobre el tema que le interesa, nada descubre el
universitario. Ajusta su metodología de
investigación. Sigue las pistas de escritos científicos que hacen alusión a
principios filosóficos. Encuentra que el fisiólogo francés, Claude Bernard
demostró la importancia del páncreas en la digestión de los cuerpos grasos,
la función glicogénita del hígado y la existencia de centros nerviosos
independientes del gran centro cerebro-espinal. Sin embargo, el hombre fue
severamente cuestionado por su introducción al estudio de la medicina, en
donde define que los principios de toda investigación científica: “Únicamente
la pregunta ¿por qué?, es realmente absurda, pues necesariamente supone una
respuesta cándida o ridícula” y exalta la interrogante ¿cómo?, en el sustento
irracional que fue abandonada desde mediados del siglo dieciocho. Los
filósofos, descubre el lector, sostienen que al excluir la primera pregunta
se provocó el estacionamiento de la ciencia y se precipitó al dogmatismo de
la comprobación para aceptar la existencia de un fenómeno, tan similar al
oscurantismo dictatorial católico en la Edad Media, ya que se dejan
incógnitas que persisten tal como al comienzo de los tiempos. El dogma científico enfrentó la
barrera del Siglo de las Luces para aceptar que una reacción física del
hombre se relaciona directamente con la conciencia, desconocida en su
funcionamiento y sustancia, según las lecturas que consulta Miguel en donde
se asienta que, se tuvo que contar con instrumentos técnicos de precisión
para medir los ciento ochenta mili segundos que existe de diferencia entre un
estímulo luminoso y la respuesta. Conceptos soslayados hábilmente por sus
maestros universitarios sin poder ocultar el interesante principio de la
dualidad del filósofo, matemático y físico francés René Descartes. Observa
que los estudiosos tienen serios problemas para clasificarlo. Unos lo ubican
como el Padre del Materialismo en sus obras consideradas como científicas y
razonables y otros lo tildan de ser un idealista incorregible que le llevó a
perder el tiempo en sus estudios de metafísica. Los que se consideran
verdaderos hombres de la ciencia, rechazan la idea de que el francés
incursionó en los dos planos al mismo tiempo, porque simple y sencillamente,
los dos campos carecen de separación como se intenta forzar en la
interpretación de su base teórica, en el sentido de que el hombre está
compuesto de cuerpo y alma, en donde la psique no sigue las coordenadas del
físico. Un crítico rígido, sería el psicólogo y filósofo alemán, Guillermo
Want, desde que fundó en mil ochocientos ochenta la psicología experimental;
sostuvo que la metodología basada en la imposición científica de responder la
pregunta ¿cómo?, y soslayando el ¿por qué?, era “ir a lo inmediato para
lograr el éxito superficial con respuestas rápidas (lo que implica que) ha
limitado nuestro pensamiento”. Comprende el pasante de medicina que la sana
distancia entre las dos disciplinas es irreflexivo. El inquieto estudiante abre su entendimiento
al descubrir esa nueva herramienta para su razonamiento. Recupera, entonces,
en su memoria el nombre del herido: Adam Kardmón, “puede ser la clave para
buscar la respuesta la interrogante principal”, piensa y prosigue: “Se dijo,
además, Hijo de Dios”. ¿Por qué negarse a seguir esas pistas? Se entusiasma y
se dirige al área de religiones en la sala bibliotecaria. Hay varios títulos.
Un ensayo sobre la Biblia le indica que Adán es el nombre del primer hombre
en la tierra, aceptado por el libro sagrado que adoptó su nombre de la ciudad
de Biblos, conocida en la actualidad como Jubayl en el Líbano, el Oriente
Medio. En ese lugar se creó un centro de culto a la Diosa Astarté, divinidad
dedicada al cielo entre los pueblos semíticos y era la encargada de proteger
la vida en las ciudades. La Biblia que tantas veces vio Miguel en la iglesia
cuando acompañaba a su mamá a misa todos los domingos, incluso había una en
su casa, siempre había considerado que su contenido era propiedad exclusiva
de los sacerdotes y hoy evalúa su importancia en los sucesos que le agobian. Descubre que el antecedente más antiguo del texto, es la traducción
hecha por setenta y dos sabios hebreos al servicio de Ptolomeo Filadelfo, Rey
de Egipto doscientos ochenta y cinco años antes de nuestra era, de escritos
sagrados cuyo origen se desconoce. Se acepta, sin embargo, que el Antiguo
Testamento contiene únicamente el Pentateuco que después fueron clasificados
en cinco libros atribuidos a Moisés para darle sustento a su liderazgo en la
liberación de las doce tribus de Israel, de la esclavitud a que les sometió
el Faraón Seti Primero, el año de mil doscientos noventa y cinco antes de
nuestra era. ¡Una diferencia de mil años en la traducción de la Tora, como lo
conocen los judíos! La dinámica del lenguaje y de la
sociedad, sin ignorar el legítimo interés personal del mecenas de los
traductores, abre una duda fundada sobre la versatilidad y objetividad, que
bien pudo ajustarse a los requerimientos del promotor financiero en sus
aspiraciones de poder políticos, justificado en alteraciones del original del
Génesis, el Éxodo, el Levítico, Números y Deuteronomio. El estudiante coteja
la información histórica para establecer que Moisés huyó de Egipto por haber
asesinado a tres súbditos del Faraón, aunque se le atribuye el ser
descendiente directo de la casta dominante del país. Soslaya el hecho para
evitar dispersarse en su búsqueda. Encuentra que la palabra Adam significa
Hombre en hebreo y figura más de quinientas veces en el Antiguo Testamento,
aunque en algunas ocasiones se utiliza para diferenciar al género humano de
los demás seres vivos. Algunos estudiosos asientan que la etimología de la
palabra Adam es incierta. El único indicio se encuentra en el Génesis que se
vale de un juego de palabras que revelan un aspecto esencial de su
significado: La palabra Adam tendría como antecedente el concepto Adamah,
entendido como “el suelo” y por extensión adaptada a través del tiempo, se
perfeccionó en “la tierra”. Inconforme con los primeros
resultados de su investigación, Miguel acude a los historiadores de las
religiones anteriores. Encuentra que en la religión musulmana se mezcla la
etimología de Adamah con Sadama, una palabra que orienta más a la concepción
de la “sal” que a la tierra, con la única coincidencia en el origen terreno.
El joven se recarga en la silla y se frota los ojos para descansarlos. Cruza
una imagen en su pensamiento: Días antes había asistido a un bautizo y el
sacerdote le dio “la sal de la vida” al infante. Según los principios químicos
la sal es un cuerpo que resulta de la substitución de los átomos de hidrógeno
de un ácido por radicales básicos. Razona el estudiante que la sal se
encuentra en grandes cantidades en la naturaleza y se usa, desde el
condimento de la comida hasta la atención a los deshidratados, enfermos
estomacales o... desmayados. ¿Los desmayados? ¡Sí! Les dan a oler sales para reanimarlos, es decir,
volver a animarlos, una palabra que desciende directamente de ánima y que se
entiende como alma. Comprende el pasante de medicina que
la sal activa el alma y debe haber alguna correlación. En el Génesis no se
hace una diferencia entre cuerpo y alma, sino entre el cuerpo de tierra y la
vitalidad del aliento o el “Soplo Divino” para convertir al hombre en un
Nefhesh Hayyah, que significa “un ser viviente”. El problema es que la frase
hebrea se aplica lo mismo a los humanos que a los animales. Solamente se
distingue Adán por la forma en que le fue concedido el Don de la Vida como un
legado de Dios, dueño absoluto del aliento vital. Charles Darwin, recuerda el
buscador de respuestas, especuló sobre la evolución de las especies en mil
ochocientos cincuenta y nueve. Concluyó en que el origen de la vida se
encuentra en el mar, un lugar con inmensas riquezas salinas, que al recibir
los rayos solares generó la creación de seres unicelulares. La sal es el
punto coincidente del científico con las tradiciones sagradas de los pueblos.
Definitivamente se carecía de sustancia para mantener un ficticio divorcio
entre los dos dogmas o principios. Con estos apuntes, el joven se
apresura a deducir que Kardmón tendría alguna relación con el carbón o
carbono, ya que el primero es un producto que se obtiene de la combustión de
la madera, los huesos de los animales, y el segundo es un cuerpo simple que
se encuentra en la naturaleza cristalizado en el diamante y el grafito,
empero, lo más importante, que forma parte de la combustión de casi todos los
tejidos vegetales y animales. En los ejercicios de laboratorio en
química orgánica, recuerda el futuro médico que los esquemas mostrados por
los catedráticos, representaban átomos del carbono que pueden unirse entre sí
en cadenas que dan lugar a diferentes compuestos. ¿Qué relación puede
existir, entonces? Deduce que el punto convergente es la
combustión apreciada en el proceso de respiración del ser humano, efectuada
en el intercambio gaseoso entre los tejidos vivos y el medio exterior al
inspirar y expirar, que le permiten a la sangre apoderarse del oxígeno, una
palabra griega que significa “engendrar”. Un acto tan rutinario y mecánico
que se olvida la profundidad e importancia para el género humano. Empero, tendría más una relación con
la palabra Kadmón, sin la ere. ¿Qué podría indicar esa letra? Si está en el
área de religiones y el Kadmón se vincula con el principio científico del
carbón, la letra sobrante podría inferir, entonces, algo relacionado con la
religión. Miguel abre un diccionario para encontrar que religión “es el
conjunto de creencias y dogmas que definen la relaciones entre los hombres y
la divinidad”. Busca sus raíces y descubre que el concepto proviene del latín
“religare” y que traducido implica “religar”. ¿Qué se pretende religar? En
primer lugar, algo que rompió su liga a conexión y en segundo lugar, si se
acepta como la definición de las relaciones entre los hombres y la divinidad,
se podría pensar que es precisamente esa relación la que se rompió y se
intenta reconectar o “religar”, volver a unir. De estar en lo correcto en sus
deducciones, Miguel considera como natural que Adam Kardmón se reconociera
como Hijo de Dios. El Nefhesh Hayyah que se religa a la divinidad. Sería,
entonces, ¿un Mesías? ¿Un milagro? Lo único seguro es que el hombre recibió
una herida mortal y se sanó sin la intervención de los médicos que le habían
abandonado en su fatal destino. Se estremece al pensar: “¿Un Hijo de Dios
mora entre nosotros?” Sacude violentamente la cabeza y mira con precaución a
los demás lectores con el temor de que hayan escuchado sus pensamientos y le
considerase un loco. Acude a su escudo protector del
escepticismo racional: La era de los milagros fue superada cuando el
conocimiento científico desplazó a la ignorancia impuesta por el fanatismo
religioso. En la época moderna, el hombre es dueño de su propio destino.
Incursiona en el espacio sideral con potentes naves que descubre la riqueza
potencial de otros mundos y que esperan pacientemente la conquista de la
humanidad. La electrónica se perfeccionó en la cibernética y proporciona los
satisfactores mediatos de los seres humanos. Hay una importante industria
aeroespacial con infinidad de satélites al servicio de la sociedad. ¡Ya no
hay barreras! Se ha logrado una evolución inimaginable, al grado de poder
observar a los átomos y profundizar en su estudio para destruir el mito de
que era invisible e indivisible. Es cierto que existen problemas como el SIDA
o el ébola, pero son superables. Nada puede oponerse a la imaginación del
hombre. A finales del siglo dieciocho nadie pensaba en que se podía transitar
los caminos en automotores y mucho menos que se pudiera transportar a los
humanos por el aire. ¿Por qué perder el tiempo en tesis ya superadas y
analizadas por diferentes generaciones? Se pregunta al tiempo de cerrar los
libros y levantarse para ir a entregarlos, con la sensación de haber desperdiciado
esas horas. Sin embargo, en su interior surgen muchas más preguntas que las
que tenía antes de entrar a la biblioteca. Observa el reloj de la pared del
recinto. ¡Son las dos de la tarde! De la Universidad al hospital tardará
cerca de una hora, lo que significa que llegará retrasado treinta minutos.
Suspende sus inquietudes ante la prioridad de presentarse en su trabajo. A
bordo de su automotor, piensa: - Dios mío, ¡ojalá y llegue a tiempo! Fatigado por la dura jornada
hospitalaria, Miguel abre la puerta de su apartamento. El joven de veintitrés
años se independizó desde que ingresó a la Facultad de Medicina en la
Universidad, más por razones de distancia y horarios que por deseos
personales, dejó a sus padres que viven en Cuautitlán Izcalli y se mudó a ese
aposento que es un poco reducido pero suficiente para un estudiante ávido de
centros culturales, librerías que proliferan en la colonia Oxtopulco. En
quince minutos, caminando puede llegar a la escuela o a la biblioteca. Aunque
acudió al financiamiento paterno para adquirir un auto compacto cuando
ingresó al servicio social. Sus vecinos lo califican de un
estudiante tranquilo. Las escasas reuniones que organiza en fiestas de fin de
semana, normalmente se convierten en sesiones de análisis e intercambio de
experiencias con planes ambiciosos al salir de la escuela. En sus
pensamientos contempla instalar un consultorio particular en alguna de las
trescientas mil zonas marginales que corona el Distrito Federal. Su madre le
inculcó el deber de servicio al prójimo en el marco de los principios
católicos, y su padre, un liberal dedicado al comercio, le instruyó para
buscar el conocimiento que le hiciera destacar por sus buenas acciones y
vocación de servicio sin sacrificar su propio bienestar. La disciplina en el
estudio, la reflexión profunda en la comprensión y el sentimiento humanista,
fueron los principios recibidos. En su metro setenta y dos de
estatura, de complexión delgada, con tez morena claro, cabello corto y
ondulado, nariz aguileña, Miguel es un joven apuesto y sencillo. Firme en sus
convicciones. La formación académica ha pulido su capacidad de análisis con
el rigor científico que le aleja de conversaciones fútiles o relaciones
pasajeras con el sexo opuesto. Piensa en la mujer como una compañera que
merece respeto y tiempo habrá para encontrar a su pareja. Enciende la luz de la sala. La
pesadez de la cabeza la atribuye al fastidio de las horas pasadas en el
hospital. En la cocina toma un vaso de leche y se siente cansado para repasar
las enseñanzas recibidas en al aula y en el nosocomio. Decide ir a la cama
para descansar y levantarse de madrugada y estudiar la tarea escolar. Más tarda en acomodar la cabeza en la
almohada que caer en un sueño profundo. En el fondo de la inconsciencia
escucha una voz que le llama por su nombre en un tono amoroso que genera
seguridad. Es imposible distinguir los rasgos por la luz brillante en donde
observa una silueta masculina que le toma de la mano derecha y le conduce con
suavidad por un sendero maravilloso con tonalidades doradas, plateadas,
verdes, azules por separado y convergentes en momentos. Llega a una zona de penumbra y al
fondo, lo que parece una puerta, irradia un blanco con destellos violetas. Se
acerca con entusiasmo. Presiente el encuentro de la irrealidad con su
pensamiento. Las siluetas empiezan a
materializarse. Un bosque frondoso con un río. La fauna silvestre se muestra
hospitalaria. Intenta tocar un pajarito amarillo de trino fresco: ¡No se
mueve el animal y tampoco puede sentirlo! ¡Cómo si estuviese insensible!
Parecería una película en donde puede moverse sin alterar el curso de la
acción de los actores. El estar etéreamente sin estar materialmente, le
genera cierta seguridad y empieza a caminar por la ribera pluvial en época de
primavera. Llega a una aldea en donde las
carretas tiradas con mulas y bueyes, transportan víveres, borregos, cerdos,
gallinas, pieles sin curtir. Cualquier lugar en la calle se presta al
mercadeo. Una sensación extraña le lleva hacia un castillo con puente
levadizo y altas torres. Desconoce cómo pero sabe que es el centro del poder
político del lugar. Ingresa al castillo medieval. Se encuentra en un amplio
pasillo alumbrado por teas. Traspasa una gruesa puerta de madera y cerrojos
de hiero pesado. Está en un salón rectangular. Dos hombres protegidos por
túnicas azul marino con estrellas bordadas con hilo de plata, alistan el
aceite y encienden cinco recipientes: Uno en cada esquina y el quinto en el
centro para alumbrar el recinto. Una vez iluminado, distingue en el oriente
dos tronos aterciopelados con el símbolo de un león parado en dos patas,
labrado en el respaldo de madera. Mira a los entunicados que alistan tres
candelabros en el centro de una mesa redonda con una estrella de doce picos.
Gira la cabeza y cuenta treinta y tres columnas de estilo jónico. Es sorprendido por la risa de un
hombre robusto de metro ochenta, con barba grisácea que cubre el mentón
blanco y destaca el brillo de los ojos azules. En el brazo derecho descansa un
casco de guerrero y su cabeza y el torso son protegidos por una malla
metálica. Su capa azul con dos botones de oro, flota en el andar presuroso
del hombre seguido por once caballeros que se acomodan alrededor de la mesa.
Con sus espadas forman una bóveda al momento en que las velas son encendidas
por el más joven de los entunicados mientras que el caballero de capa hace
una oración con los ojos cerrados, pidiendo a Dios una mente lúcida y
transparente para interpretar el conocimiento y la fuerza de la voluntad para
convertir las resoluciones en acciones concretas. Depositan las espadas sobre
el tablón con las puntas al centro y se disponen a trabajar. Miguel quiere quedarse en ese lugar,
pero algo más fuerte le impulsa a seguir al joven que sale del salón con
discreción. Le acompaña por el bosque hasta llegar a una laguna orgullosa de
su color esmeralda que refleja la luna llena. De una bolsa de cuero extrae
una esfera de cristal que acomoda en sus piernas después de haberse sentado
cómodamente bajo un árbol. Fija la vista en el objeto cristalino y pasa tres
veces las manos sin tocarlo. El cristal empieza a flotar. El reflejo lunar se
pierde por la neblina en su interior. Un proceso lento. Emerge primero una
silueta y se consolida en una imagen. La curiosidad obliga a Miguel a
acercarse. Su rostro proyecta el asombro: ¡Es él mismo, en el interior de la
esfera de cristal! La incredulidad cede paso al temor. Se aprisiona en una
especie de angustia. Más, la voz amorosa le tranquiliza: “¡Calma! Estás a
cubierto por el Amor Divino y nada puede tocarte”. Recupera la serenidad y
determina seguir viendo hasta encontrar el desenlace de su rara aventura.
Recuerda que está dormido y, lo mejor, que en esa realidad virtual, es
invisible, sin mayores riesgos que afrontar. Retoma la visión de la esfera de
cristal. Su rostro se difumina y observa al Distrito Federal desde siete
kilómetros de altura, como si fuese un avión listo al aterrizaje. Se acerca
lentamente. Distingue la Torre Latinoamericana, el Hotel de México convertido
ya en World Trade Center, la Torre de Petróleos Mexicanos. Más cerca, flota
por encima de la glorieta del Metro Insurgentes. Los seres humanos, además de
la asfixiante capa de contaminación, proyectan de su interior una luz opaca
en donde predomina el gris y el café oscuro. Vistos desde ese lugar, pululan
sin destino cierto. Los rostros endurecidos con hombros caídos. La imagen de
la derrota de Sísifo ignorante de cuando terminará el Calvario sin importarle
el origen de la pena, porque se han acostumbrado a convivir con ella. Nace en
el interior de Miguel un sentimiento de compasión solidaria. ¡Cuántas veces
ocupa lugar en ese espacio y en esa dimensión del tiempo! Se detiene la esfera en un punto.
Como si fuese una cámara fija. Capta a un hombre delgado y de edad avanzada
que estira los brazos. Otro hombre, corpulento, gira violentamente y se
encamina al viejo. Muestra un semblante amenazador. El observador tiene
deseos de gritar su impotencia al ver como lo arremete físicamente. El
silencio se apodera de su garganta cuando mira como entierran una daga en el
cuerpo indefenso. Se acerca a la escena. ¡No! ¡No es posible! Es el mismo
hombre que atendió en el hospital. Ese ser que recibió desdeñosamente y
desahució anticipadamente con la simpatía del agente del ministerio público. No soporta el hecho y aspira
profundamente. Despierta y se mira sentado en el pie de la cama. De su frente
manan gruesas gotas de sudor. Sus manos tiemblan. Le sobrecoge el miedo.
¿Acaso murió realmente? ¿El muerto se vino a despedir o a reclamar su
insensibilidad de médico y de hombre? Tiene la boca seca. Sacude la cabeza para despejar el
pensamiento. Es inverosímil que un muerto regrese para cumplir una venganza.
Una fábula recogida en las tradiciones y leyendas de la Colonia y sin
posibilidad de presentarse en días en que la ciencia domina a la naturaleza.
Mira el radio-reloj en su buró: Son las doce de la noche. ¡Durmió una hora y
siente como su hubiese sido toda la noche! Se percata de la resequedad de su
boca y se levanta para ir a la cocina a tomar un poco de leche en un vaso de
vidrio que deposita en el ante brazo del sillón en que se sienta con las
piernas en semi flor de loto y con la mirada clavada en la oscuridad de la
sala. Según los catedráticos
universitarios, el sueño es la representación en la fantasía de diversos
sucesos recogidos en la jornada diaria. Puede decirse que se viven cosas
fantásticas y sin fundamento en la realidad. Normalmente se presentan en
forma desordenada en el inconsciente desconocido y marginado por los
investigadores que dudan, incluso, de su ubicación dentro del cerebro,
definido como materia nerviosa que ocupa el cráneo de los vertebrados y es el
asiento de las sensaciones, así como el principio de los movimientos
voluntarios ya que los involuntarios se encuentran en el cerebelo que
controla la fuerza de la costumbre. Si el sueño es una manifestación de acciones recogidas en el día, sería normal, entonces, la experiencia reciente. Posiblemente influyeron las lecturas apresuradas en la biblioteca y que le crearon mayores dudas que respuestas y se reflejó en la irrealidad de la fantasía. - Eso fue –se dice convencido y se
dispone a dormir nuevamente. Además, el fin de semana siguiente visitará a
sus padres y el viejo con sus ideas raras, adquiridas entre los liberales,
podría darle una explicación más racional. |
Capítulo I |
Capítulo III |
Adam Kardmón, la conspiración del fin del fin del
mundo Ó. Todos los
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