Mario Luis Altuzar Suárez: Director General |
Ana Rosa García Cruz: Gerente |
Omar Flores: Coordinador Editorial |
|
Adam Kardmón
La
Conspiración del Fin del Mundo
Por Mario Luis Altuzar Suárez
Capítulo IV El Adepto de la Oscuridad “En el reinado de Ramsés I, apareció
en Egipto un hombre muy alto, tres veces del tamaño normal de los originales
del lugar, que dijo llamarse Hermes Trismegisto. Nadie pudo precisar su
origen y nacionalidad, pero fue aceptado inmediatamente al saberse de sus
profundos conocimientos de música, aritmética, medicina, astronomía y
orfebrería. Formó un grupo de diez iniciados que recibieron el secreto de la
transmutación de los metales en oro, lo que representó un alto riesgo
desestabilizador para el Imperio, por lo que, para preservar las
instituciones faraónicas, Seti I puso al margen de la Ley a estos hombres y
fueron perseguidos, aunque a la población se les distrajo al ungir a Hermes
como el Dios Thot”, lee Eduardo en la ficha que le entregó su departamento de
inteligencia y nervioso, reflexiona las palabras de la Abuela: “El Adam
Kardmón es de alto peligro para la estabilidad de las instituciones y del
mismo sistema productivo mundial”. ¡Cuánta razón tiene! De existir en el
presente, con la capacidad de penetrar en cualquier lugar sin ser visto, bien
puede saquear los bancos y crear un caos en la Casa de Bolsa. Aunque... sí el
pudiese localizarlo antes que nadie, estaría en posibilidad de ofrecerle un
acuerdo secreto y muy personal que, obviamente, le beneficie en su ambición
política. Tenerlo de aliado, sometido bajo una aparente protección ¡cuánto
poder le daría! La idea toma carta de naturalización en su cerebro y ordena: -
Que
traigan a Martiniano Esponda! ¡Es urgente! El convocado es un hombre corpulento
de noventa kilos de musculatura en sus noventa kilos distribuidos en un metro
ochenta de estatura. Su tez morena parece enrojecerse cuando escucha al alto
funcionario: -
Usted tuvo un
encuentro reciente con un hombre delgado, como de setenta años de edad. ¿No
es cierto? -
Me
cae que no tengo la culpa jefecito. Ahí está mi pareja de testigo. Nosotros
íbamos en una comisión cuando nos ofendió y... El político le interrumpe y se acerca
con actitud paternal y le da una palmada para tranquilizarlo: -
No
existe problema... de momento. En dado caso y siempre y cuando usted sea leal
a mi mandato, tenga por seguro que nada sucederá. ¿Para qué somos los amigos?
¡Eh! Y usted no solamente es un elemento más en esta dependencia. ¡No señor!
¡Usted es mi amigo! Por lo tanto, siempre gozará de mi protección. Conozco
muy bien los riesgos que corren ustedes al proteger la seguridad nacional
desde la trinchera ingrata del espionaje. Pero yo, siempre me he preocupado
por procurarles el respeto que merecen. Sin lugar a dudas, un excelente
discurso motivador, dirigido al ego que puede activar la disponibilidad de
los servicios del fortachón con antecedentes criminales. En la corporación se
le conoce como el Anticristo. Martiniano Esponda nació en
Tapachula, Chiapas y suspendió sus estudios de secundaria por haber asesinado
a un compañero de clases al discutir de cuestiones religiosas bajo el influjo
del alcohol. Para eludir la acción de la justicia y reencausarlo en sus
estudios, sus padres decidieron enviarlo al Distrito Federal, en donde vivía
su hermana mayor en amasiato con el Encargado del Comercio Nacional. En la
preparatoria reafirmó sus tendencias a la violencia y fue aprovechado por los
grupos porriles subsidiados por la Rectoría para controlar a los
universitarios. Desde allí se conectó con los servicios de espionaje en donde
incursionó de tiempo completo y sus maestros le otorgaban calificaciones
regulares a cambio de recibir protección. Mostró disciplina y lealtad a sus
jefes al penetrar a los crecientes grupos precaristas. Con esas dotes, se
ganó la confianza de sus superiores y logró que le entrenaran en el
extranjero y al regresar, apenas tres años atrás, fue comisionado para
infiltrarse en las logias masónicas. Adoptó un jacobinismo extremo lo que le
valió el sobre nombre impuesto por sus compañeros de trabajo. Los sábados y
domingos, con sus cinco colegas en investigaciones políticas, organizaba
giras de terror en el sur del Distrito Federal, con el fin de allegarse
recursos económicos extras, indispensables en su nivel de vida con esposa y
dos amantes sumando diez hijos en las tres casas. Estaban plenamente
identificados por la policía judicial, imposibilitada de actuar por el fuero
federal de sus actividades espías a favor del gobierno. En esta plática recupera la confianza
y se enorgullece de ser designado en una importante misión. Hasta el momento,
es el único que conoce físicamente al Adam Kardmón. Recibe sus instrucciones:
Deberá buscarlo, secuestrarlo y mantenerlo con vida en una casa de seguridad
por el rumbo de Picacho. Darle un tratamiento de “ablandamiento” y
“convencerlo” de que deberá servir a los altos intereses de la Nación.
Posteriormente deberá entregarlo al Encargado de la Política Interna, quien
susurra: -
Se
requiere de absoluta discreción en este asunto que solamente conoce Su
Excelencia. Usted deberá reportar todos sus movimientos y resultados, en
forma personal y directa, únicamente conmigo, a nadie más. Ya lo sabe pero se
lo repito: Está estrictamente prohibido hacer algún comentario a su familia,
amigos o compañeros. ¡Es de alto secreto! Espero no haberme equivocado al
haberle escogido. Ya conoce lo que le pasa a los indiscretos y es por su bien
que siga al píe de la letra las instrucciones. Extiende una carta dirigida a sus
jefes inmediatos, con la orden de haber sido designado en comisión especial,
bajo el mando del titular de la dependencia federal. Lo despide con un fuerte
abrazo para reafirmar la confidencialidad de la encomienda. Cuando Eduardo se queda solo, se
frota las manos. De no conseguir que el perseguido acepte la oferta de
aliarse en su carrera política, simplemente será entregado a las autoridades
extranjeras, porque tiene la certeza de que no es mexicano. Es difícil que
alguien se niegue a trabajar para él, un hombre considerado como el seguro
sucesor del Jefe de las Instituciones en menos de dos años y medio. Tocan a la puerta del despacho y
grita que pueden pasar. En su secretario particular para avisarle que ya está
lista la conferencia de prensa a que convocó a los medios masivos de
comunicación, con la expectación de grandes anuncios que incidirán en la vida
del país. El funcionario se dirige a su baño particular en donde se acomoda
la corbata, se alisa el traje casimir fino, pasa el peine por el gris de sus
cabellos en las sienes. Toma una loción de fragancia de maderas y rocía
generosamente en su cuello. -
Vamos
a ver a nuestros amigos, -- dice en tono confiado y salen de la oficina. Frente a los periodistas, Eduardo
muestra sus excelentes dotes de orador al controlar a un auditorio que
siempre se ha caracterizado por su nerviosismo al cuidar las grabadoras,
micrófonos y cámaras de vídeo. Los reporteros gráficos adoptan poses extrañas
en busca del mejor ángulo del funcionario quien, resume el grave índice de
criminalidad en todo el país, reflejado en poco menos de ochocientas
denuncias diarias en el Distrito Federal y los autotransportistas federales
se quejan de más de mil quinientos asaltos al mes. Existe la estimación de
que cinco de cada delito denunciado, no es registrado por las autoridades. El
modus operandi más reciente, muestra una peligrosa tendencia al ataque a
extranjeros que afecta las relaciones internacionales y presiona la fuga de
capitales, en momentos en que el modelo económico necesita de los
inversionistas internacionales, como alternativa para enfrentar el desempleo
y ofrecer la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores. El funcionario es claro en rechazar
la imposición de la pena de muerte por su inutilidad comprobada en los países
desarrollados. Aunque en realidad, los juicios sumarios denunciados por
organismos de los derechos humanos, son minimizados en supuestos
enfrentamientos de bandas de delincuentes. Toca un punto medular: El crimen
organizado ha permeado las altas esferas militares, policíacas, financieras y
políticas, lo que obliga a diseñar esquemas más drásticos para aspirar a
combatirla. En la Cámara de Diputados los
partidos políticos consensaron la exigencia a la administración pública de
acciones más severas para erradicar la inseguridad nacional que amenaza con
desbordar los límites de la estabilidad social. El Encargado de la Política
Interior alcanza el clímax en sus gesticulaciones: -
En
atención al justo reclamo de la sociedad, expresada por los legisladores, se
ordena la reestructuración del Comité Nacional de Seguridad, coordinado por una
persona con trayectoria y reconocimiento en el poder judicial. El mecanismo
de selección buscará confirmar el espíritu democrático que orienta la
actividad de nuestro alto Jefe de las Instituciones. Es decir, que se
integrará una terna con cinco destacados juristas, elegidos por Su Excelencia
y propuestos ante los representantes populares para que elijan al mejor
hombre. Se garantiza así, la ciudadanización de la nueva entidad que creará
una corporación nacional y será rectora en las ya existentes en el ámbito
federal, estatal y municipal. Dependerá de la Guardia Especial de Sui
Excelencia con la asistencia del Despacho Encargado de la Política Interior y
el de la Defensa Nacional y con voz pero sin voto, de los legisladores y
partidos políticos. Con el apoyo del Consejo para las Elecciones, se
levantará un padrón ciudadano en todo el país, importado directamente de
nuestros vecinos del norte, consistente en un micro chip indoloro, instalado
debajo de la piel para transmitir una señal electrónica que recogerá un
satélite conectado a las centrales policíacas. En un principio será aplicado
en un Programa Piloto a los delincuentes de alta peligrosidad y en una
campaña nacional de vacunación, sin costo alguno para los contribuyentes, se
abarcará a toda la población, en donde se incluye la implantación de un
código dérmico. Como podrán darse cuenta, se trata de un método absolutamente
eficaz para controlar el índice criminal. ¡Nadie deseará delinquir, por el
temor de ser identificado y rastreado casi en el mismo momento de la acción!
Ya no habrá políticas segregacionistas que buscaban dividir en dos bandos a
la ciudadanía: Los malos y los buenos. -
¿Quién
pagará los costos? – pregunta un periodista. El funcionario se acomoda para
una fotografía y anuncia: -
La
Administración Pública absorberá el cuarenta por ciento de los costos del
sofisticado sistema anticrimen, que ubicará al país entre los primeros del
mundo. El resto, será financiado por un generoso crédito de los Estados
Unidos, con plazos muy largos para su liquidación total. En la sesión de preguntas y
respuestas el funcionario hace gala de su habilidad retórica para convencer a
sus oyentes de que al anular la Cédula de Identidad Nacional que discriminaba
a los sectores más desprotegido de la población, y adoptar el novedoso Código
Dérmico de Identificación, se respetó el legítimo y justo reclamo de la
sociedad de preservar la privacidad. Ya no será necesario acudir a las
fórmulas desgastadas y poco confiables del interrogatorio a los supuestos
delincuentes y que en muchas ocasiones, resultaban ser personas decentes. Se
arroja al cesto de la basura la técnica de intervenir teléfonos y de otros
mecanismos de invasión de la intimidad a que tiene derecho la población.. Anuncia también la apertura política
a los diferentes credos religiosos: -
El
Estado jamás ha tenido ni tendrá una preferencia especial por determinada
iglesia. Históricamente, la administración es laica y respetuosa de la
libertad de creencias. Para regular las actividades de estos sectores, con
pleno respeto al mandato de la Ley, se reglamentarán las atribuciones de los
diferentes credos, en donde, indudablemente, contaremos con el apoyo
incondicional de los partidos políticos con participación en la
Representación Popular. Vivimos tiempos que exigen una mayor apertura en la
defensa de los valores básicos de la sociedad. Los argumentos de preservar la
seguridad territorial, se apuntalan con carpetas informativas, cuidadosamente
elaboradas con estadísticas que muestran los centros nerviosos de los actos
criminales. Se incluyen diferentes peticiones de los legisladores controlados
por el partido en el poder, y por lo mismo, con inclinación dócil a su
dirigente nato. El jefe de prensa desliza, a la par de las carpetas, sobres
con dinero para cada uno de los asistentes y una orden de inserción de
publicidad. Se reporta con el funcionario: -
Engrasada
la maquinaria, señor. De aquí en adelante, atenderé personalmente a
columnistas y editorialistas para orientar objetivamente a la opinión pública
con las bondades del proyecto tan completo que usted acaba de anunciar.
Medidas urgentes y patrióticas que atienden el reclamo de los electores. -
No
olvides los regalos a los directores y jefes de información y de redacción de
los medios. Es muy importante tenerlos de nuestro lado, -- le susurra Eduardo
a su subalterno quien afirma con la cabeza mientras piensa: -
De
aquí depende su futuro y el mío. Debemos obtener buenos resultados para
garantizar su postulación como candidato a la Grande. ¡No debo fallar! Mi
interés personal también está en juego. ¡Llegaremos! ¡Claro que llegaremos! Al regresar a su despacho, Eduardo
observa en la parte superior de su escritorio, un sobre negro, lacrado, con
sello desconocido. Por su espalda corre un sudor frío ante el presentimiento
de una comunicación importante para su futuro inmediato... aunque misteriosa.
Pregunta a la secretaria sobre el origen de tan extraña misiva y se
desconcierta ante su negativa de haberla recibido o de haber visto algún
mensajero. Cierra la puerta con llave y coge la misiva con la mano izquierda
y empieza a golpearla suavemente de canto sobre la mano palma de la mano
derecha. Dominado por la curiosidad lo abre y desdobla un papiro con olor a
viejo. Sus ojos pasan con avidez sobre el mensaje. “Hoy, a las veintidós horas,
te recogerán en La Hacienda de los Sonorenses. ¡No faltes!” Se molesta, más no por lo escueto de
la comunicación si no por qué alguien, protegido por el anonimato, le da
órdenes. ¿Quién es el atrevido de grave ofensa? Inmediatamente centra su
atención en algo más importante: La seguridad interna es deficiente. ¿Cómo es
posible que aparezca un sobre sin que nadie haya detectado su trayectoria?
Con la psicosis de las cartas bomba registrada en los Estados Unidos y
Europa, el asunto se magnifica. Sus cavilaciones se interrumpen por el sonido
del teléfono de la red privada: -
¿Ya
la recibiste? -
¿Qué
cosa? -
¡La
invitación! -
¡Sí!
Ya la tengo, -- dice confortado al reconocer la voz femenina y se agita su
corazón al intuir en su ponderado sexto sentido que, se abre el camino a sus
ambiciones personales. -
¡Se
puntual! – Le ordena y corta la comunicación. Inmediatamente cancela todas sus
actividades y decide ir a su casa para descansar y prepararse a conciencia
antes de acudir a la cita nocturna. Ingresa por los amplios jardines del
restaurante. A su paso, saluda a los comensales conocidos y se disculpa por
no poder acompañarlos. Está inquieto y prefiere aislarse en el bar antes de
que algún comentario indiscreto pueda dar alguna señal a los demás sobre sus
aspiraciones y sueños. Toma asiento y ordena un coñac de importación.
Enciende un puro y se pierde en las formas caprichosas del humo. Toma la copa
que le acaban de servir recién calentada a fuego lento y disfruta el aroma de
la bebida envejecida en barricas de roble. Tiene la seguridad de que está a
punto de encontrar el momento clave de su vida. Ya se mira en campaña
electoral y un cosquilleo en los genitales se presenta cuando se visualiza al
tomar posesión del cargo. ¡Cómo disfrutará ese momento! Apenas percibe una suave y cadenciosa
voz femenina que le llama por su nombre de pila. Regresa a la realidad un
tanto confortable por la visión de la figura alta y delgada, de rubia
cabellera con tenues rayos rojizos que dan un marco perfecto al fino y
delicado rostro, delineado por exquisitos afeites. El modelo de firma
exclusiva en guipeiure negro con vivos de terciopelo, resaltan la silueta de
un metro setenta. El atrevido escote despierta su instinto de hombre que
disimula con un cortés saludo al rozar con los labios los blancos dedos
largos y protegidos por anillos de oro y piedras finas. Recibe la contra seña
y la sigue al exterior del lugar. Abordan una limusina con vidrios
polarizados. Dos hombres de vestimenta negra le acomodan en el asiento
trasero al mismo tiempo que le imponen una venda en los ojos. Le advierten
que no se aceptan preguntas. El trayecto deberá realizarse en absoluto
silencio. Escucha el ruido del motor que arranca y busca aguzar el oído para
establecer la ruta. ¡Es imposible! En momentos parecería que pasan por el
interior de un mercado y en segundos siente que transitan por caminos de
terrecería. La noción del tiempo huye del enceguecido temporalmente. Se apaga
el motor. Abren las puertas apresuradamente. Lo sacan violentamente del
automóvil y le despojan de anillos, pulsera, cadenas, reloj, cartera y
cinturón. Es empujado y trastabilla por el sinuoso y desconocido camino. Un
pensamiento cruza fugaz en su indefensión: ¿Lo estarían secuestrando?
¡Imposible! Sería el colmo para su brillante carrera política. Recuerda el
mensaje del sobre negro y se aferra a las palabras femeninas para
tranquilizarse. Crujen los goznes de la puerta y lo avientan a un mullido
sillón. El silencio pesa más en esos momentos. Sus manos levantan un poco la
venda de los ojos sin que logre ubicar el lugar. Calcula que por lado, el
cuarto deberá tener cinco metros, sin más muebles y adornos que el sillón
forrado con tela de satín negro en que se encuentra sentado. Su presión sanguínea se eleva cuando
se abre la puerta. ¿Qué se arrastra? ¡Ah! Parece que es tela. Acto seguido,
es inconfundible, el ruido de cadenas. -
¡Quítate
la venda! – le ordenan una voz masculina. Presuroso cumple el mandato y
observa a un entunicado con capucha cónica. Sus ojos parecen despedir un
brillo de fuego. En su mano derecha sostiene una gruesa cadena. Con la mano
izquierda le avienta con desprecio una túnica blanca para que la ponga encima
de su vestimenta. Le manda que le siga en absoluto silencio. Transita por un angosto pasillo
iluminado con tubos morados que enmarcan la penumbra de las paredes adornadas
con nichos alumbrados por lámparas de aceite y esculturas demoníacas.
Conforme se avanzan, Eduardo alcanza a distinguir unos cánticos extraños e
indescifrables. Salen a un amplio salón decorado con una bóveda azul oscuro
en donde destacan las constelaciones del cosmos presididas por la Osa Mayor.
En la base se encuentran juegos de luces que semejan grandes lumbreras. Al
precisar el canto monótono y repetitivo, siente que el corazón se le
constriñe: “¡Baruk, eme ya, Baruk!” Dirige su mirada al frente y la posa en
una mesa pentagonal de mármol, con bordes dorados en fondo negro para
resaltar una estrella de cinco picos enmarcada en rojo carmesí, en cuyo
centro reina un ojo de dragón con una gema incrustada ¡cómo si tuviese vida
propia! Allí se encuentra recostada y desnuda una joven mujer que presenta
convulsiones de éxtasis. Hasta el recién llegado se acerca un
hombre de túnica negra aterciopelada con grecas de oro. Habla un lenguaje
extraño y desconocido al marcar con su báculo un círculo a su alrededor. Baja
la vista a sus píes y descubre que está en el punto medio de una estrella
pentagrámica, con símbolos similares a los que vio en una pirámide de Egipto.
Detiene sus inquietos ojos para maravillarse del inmenso medallón de un metal
desconocido y con la imagen de un hombre crucificado pero ¡de cabeza!,
colgante de una gruesa gargantilla. Mecánicamente obedece la orden de beber
el contenido caliente de una jícara de plata. Con el brebaje acuoso le invade
una sensación de seguridad y alegría que desbordan sus sentidos, despojándolo
de su voluntad. Apenas y opone resistencia cuando recibe la daga de mango
tallado que semeja la cabeza de un macho cabrío con rasgos humanos. Se deja
conducir a la mesa y con euforia levanta los brazos, agarrando con las dos
manos el arma, para imprimirle su fuerza corporal y precipitar el golpe
mortal en la fémina convulsa. Le extrae el corazón y lo muerde para tragar el
pedazo con desesperación. Ofrece el resto de la víscera cardiaca a una
hornilla candente bajo los píes de una estatua que parece un ser humano con
cabeza de perro. Eduardo está seguro de que los coros
de sesenta y seis adeptos celebran su incuestionable valor. El ruido de un
motor llama su atención. ¡Se mueve la pared lateral del pasillo por donde
ingresó! Todos se arrodillan con la cabeza gacha. Aparece una pantalla de
vídeo muy grande. La primera señal es la identificación de origen: Wall
Street Vídeo Home. Acto seguido, aparece un rostro masculino cubierto con un
antifaz y en perfecto español le dice: -
Acabas
de ingresar a las filas del Gobierno Universal. Nos congratulamos de tus
votos y juramentos en el altar de los sacrificios. Tenemos en ti, un discípulo
comprometido a defender con la vida, impulsar y propagar nuestros postulados.
¡El tiempo ha llegado! ¡Abandonaremos la oscuridad milenaria! Nos esperan mil
años de dicha. De nosotros dependerá prolongar ese tiempo. ¡Conquistaremos la
Quinta Dimensión que nos fue vedada injustamente! ¡Salud! – Y se diluyó la
imagen. Cada uno de los asistentes se acerca
al recién Iniciado para abrazarlo y besarle las mejillas, la frente y la
boca. Se abren las puertas para dar acceso a una sala adornada con columnas, sillas,
mesas y camastro al estilo romano. Los adeptos cambian túnicas y ropajes por
batas de encaje transparente. Unos deciden disfrutar la confortable alberca
de agua termal en la refocilación carnal. Otros degustan las ricas viandas y
vinos dispuestos para celebrar la ocasión. Sin despojarse de unas mascarillas
que protegen el anonimato de los participantes, empiezan el coqueteo hetero y
del mismo sexo entre hombres y mujeres. Se entregan a la lujuria y pasión
corporal con aullidos y jadeos. En este lugar y momento se carece de los
límites de los géneros femenino y masculino. Se intercambian parejas. Los
sadistas encuentran látigos, cadenas y un abanico de enseres para atender a
los masoquistas. Por hoy, Eduardo ocupa el lugar de honor, lo que le permite recibir
varias proposiciones. Intenta conocer el nombre de la mujer con la que
sostiene la primera relación: -
No
es posible. Podemos hablar de todo lo que desees, menos del nombre, del
trabajo, amigos o familias. Después de un tiempo tendrás acceso a cierta
información. Comprende que la información es muy
cerrada. En ese ambiente novedoso, existen reglas rígidas. Lo mejor es
olvidarse de cualquier protocolo y entregarse al momento tan placentero en
donde el único límite es el de su resistencia física que, curiosamente, es
superado con inexplicable facilidad al ingerir los vinos de mesa sin marca
visible. Siente que la fiesta está en su
apogeo cuando los mismos hombres que le recibieron se acercan para sugerirle
que es el momento de partir. Refunfuñando, busca su ropa para vestirse y
acompañar a sus anfitriones. Al subir al automóvil... le vendan los ojos.
Protesta: -
Ya
soy uno de ustedes. ¡No deben tratarme así! Los hombres guardan silencio y
cumplen con su cometido de vendarle los ojos e inician el camino de regreso,
empero, ahora sin escatimar esfuerzo por desorientarlo. Por fin se detiene la
marcha del automotor y le bajan del vehículo al mismo tiempo que le arrancan
la venda de los ojos. A manera de fría despedida le indican en donde se
encuentra su chofer. De regreso a su casa, guarda silencio rememorando con
satisfacción los hechos recientes. ¡Está agotado! Pero valió la pena: -
Las
Ligas Mayores me esperan. – Piensa con cierta vanidad interna. En la cama empieza a conciliar el
sueño cuando suena la red privada. No deja que su somnolienta esposa
conteste. Reconoce en el auricular la voz familiar de la Abuela: -
¿Satisfecho?
¡Nosotros lo estamos! ¡Fue una iniciación grandiosa! Te daremos una copia del
vídeo. ¡Hasta el Gran Maestro te recibió! Nunca debes olvidar este momento
tan importante para tu vida. Tiempo habrá para que se te informe sobre el
importante servicio que prestarás a nuestros esfuerzos para preservar el
poder de la humanidad. Por ahora... descansa. Y con el chasquido de un beso, corta
la comunicación. |
Capítulo III |
Capítulo V |
Adam Kardmón, la conspiración del fin del fin del
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