Mario Luis Altuzar Suárez: Director General |
Ana Rosa García Cruz: Gerente |
Omar Flores: Coordinador Editorial |
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Adam Kardmón
La
Conspiración del Fin del Mundo
Por Mario Luis Altuzar Suárez
Capítulo V El Viajero Dimensional Don Mariano encuentra difícil de
creer las palabras de su hijo y piensa que seguramente fue víctima de una
broma de sus compañeros. -
¡Estos
muchachos de ahora, son bárbaros! Con los avances tecnológicos perfeccionan
sus iniciaciones estudiantiles. – Frases destinadas a confirmar su
escepticismo porque, en honor a la verdad, el narrador está fuera del tiempo
para ser víctima de la inventiva de los estudiantes. ¡Próximamente se
recibirá de médico! Acude el hombre maduro, a los principios adquiridos en
Logia: “Dudad amigo mío de lo que no comprendáis o no conozcáis por vos
mismo” Sin embargo, Miguel está convencido firmemente de lo que vivió, y sufre
una profunda molestia al no encontrar respuestas a sus inquietudes. El señor Armenta percibe el
sentimiento de su vástago que le indica que debe adoptar una posición
conciliadora para suavizar la charla en la sobremesa de esa tarde, en que
disfruta los escasos momentos de convivencia con el orgullo de su familia.
¡La unidad familiar debe preservarse! Aquí se encuentra el principio y fin de
la actividad humana. Así se lo enseñó su padre en las reuniones familiares de
fin de semana, para encontrar el sentido al esfuerzo físico y mental de
enfrentarse un clima inhóspito e
indomable, característico de San Nicolás de los Garza, Nuevo León. Un
municipio conurbado a Monterrey, principal ciudad industrial del país con cerca
de ciento diez años de fundado. Allí, la familia Garza Sada inició la
producción y comercialización de cerveza que era buscada por los
estadounidenses en tiempos de la Ley Seca que estimuló el crecimiento de la
industria y su posterior ampliación con la creación de la Cartonera Titán,
después la siderúrgica con equipo de desecho que obligó a los pioneros al
dogma de fe de “ojalá y haga lámina”, para dar paso a la vidriera y su propia
escuela de estudios superiores. Un detonante industrial asediado por los
políticos federales que al no poder doblegar el orgullo neoleonés, le
quitaron la franja norte del estado para obstruir su acceso directo a los
Estados Unidos. Así, forjados en la mística del trabajo, con valores
hondamente nacionales, pasaron sus primeros años de Don Mariano Armenta,
hasta que se casó y buscó la vida en el comercio que le llevó, finalmente, a
asentarse en Cuautitlán Izcalli, de reciente formación en el Estado de
México. En su trabajo conoció de todo. Y con
habilidad evitó comprometerse con tendencias religiosas, ya que su formación
hogareña era eminentemente católica. Sus relaciones le llevaron a intimar con
dirigentes sociales y políticos, mismos que le motivaron a conocer las
razones de su distinción y capacidad de liderazgo. Con el paso de los años
descubrió que eran masones, pero por su estrecha relación, lo tomó en forma
natural. Su forma de actuar distaba mucho del estereotipo inducido en algunas
lecturas. Mostraban una religiosidad mística y de servicio a la comunidad.
Convencían con razones y argumentos para orientar hacia soluciones de los
problemas comunales. En alguna ocasión, preguntó a sus conocidos qué era la
masonería y escuchó: -
“El
estudio de la filosofía en general, y en lo particular, el estudio de la
moral para conocer y practicar la virtud, mediante el conocimiento de uno
mismo, es decir, de identificar los errores propios para corregirlos y poder
servir a los demás”. Contra lo que se decía, el masón era
un hombre religioso que creía en la existencia de un Dios, nombrado como el
Gran Arquitecto del Universo. Los principios y el ejemplo de sus conocidos le
llevó a solicitar ingresar a la organización unos diez años antes de esta
charla con su hijo. Observa satisfecho la firmeza de
Miguel en sus expresiones. ¡Responde a las características de un Aries de mil
novecientos setenta y cinco! Lleno de energía creativa y con entusiasmo le
gusta iniciar nuevas actividades y proyectos. Reflexiona sobre la oportunidad
de informarle sus actividades en la orden y sondea el terreno: -
¿No
crees conveniente ingresar a la Institución? Tal vez... aquí encuentres las
respuestas que buscas. El estudio de las artes antiguas conducen a entender y
comprender mejor los misterios del Espíritu y de la Naturaleza en comunión
con Dios. Explica mientras pasan a la sala para
disfrutar de un aromático café cordobés. Acomodados en los confortables
sillones, Don Mariano amplía su exposición: -
A
mediados de mil setecientos, apareció en París, Francia, el Conde de Saint
Germain, que alcanzó el Grado Treinta y Tres, el máximo nivel en la Gran
Logia Nacional Francesa. Era un minucioso estudioso de la metafísica que
desarrolló en el ámbito de la Iluminación. Sus apologistas sostenían que
tenía la capacidad de transmutar la materia para traspasar paredes y conocer
secretos de poderosos políticos y financieros. Fue mal interpretado en su
enseñanza, ya que al decir que había conocido a Moisés y a Nabucodonosor, sus
detractores apelaban a la picardía de su criado, quien decía de su amo, que
era el mayor embustero que había conocido y señalaba: “Nos dice que tiene
cuatro mil años y yo casi puedo asegurar que esto no es cierto. Hace apenas
novecientos años en que estoy a su servicio”. Padre e hijo se solazan con el
chascarrillo y el padre prosigue: -
La
verdad es que esto es posible si aceptamos el principio de la metempsicosis,
es decir, en la evolución del alma mediante la Transmigración del alma en
diferentes encarnaciones. Al aceptar Miguel ingresar a la
Institución, Don Mariano levanta el teléfono para comunicarse con el Muy
Respetable Gran Maestro y después del intercambio de saludos y la petición de
que reciban a su hijo, cuelga la bocina para comunicarle a su heredero: -
¡Ya
está! Mañana, a las ocho de la noche, te esperan en la Gran Logia Valle de
México, --le proporciona la dirección y algunas recomendaciones personales. Llega la hora en que el estudiante
debe regresar a su departamento para prepara sus clases del día siguiente.
Dentro de su inquietud natural ante un mundo desconocido, piensa en que
argumentos ofrecerá a sus jefes del servicio social para poder salir temprano
y acudir a la cita concertada por su padre. Por la mañana, Miguel se da tiempo
para acudir a la biblioteca y buscar antecedentes de la corriente filosófica
a la que, está seguro, ingresará esa noche. Resume sus lecturas en una
libreta de notas, en donde se lee: -
“La
masonería es una sociedad secreta esparcida por todo el mundo, y su origen
parece ubicarse en el siglo octavo, cuando los constructores europeos se
agruparon en la defensa de los secretos de su profesión, de donde obtienen
sus instrumentos de trabajo como el mandil, el compás y la escuadra. En mil
setecientos diecisiete se funda la Gran Logia de Londres, con una orientación
teísta, un concepto que desciende de la palabra Teos que significa Dios. En
mil setecientos veintiocho se crea la Gran Logia Madrileña en España, de
donde llega directamente a México. En los tiempos actuales, añadieron a su
espíritu de ayuda y fraternidad, una tendencia racionalista”. En el hospital no encuentra
resistencia a su petición de salir temprano y se cuestiona: -
¿Qué
les pasa a mis maestros? Normalmente son tan reacios a otorgar permisos. Y
así, sin más, accedieron a mi solicitud. ¡Bueno! Si hubiese encontrado
oposición también estaría preguntándome la razón, -- se dice al abordar su
auto compacto para dirigirse al encuentro de ese mundo en que ingresó su papá
y supo mantener su relación con exceso de celo y cuidado. Se extraña de la familiaridad cordial
del recibimiento de que es objeto. Creía que por los niveles altos de sus
anfitriones, encontraría gestos adustos y excesivamente protocolarios, con
frialdad en un templo en donde los superiores exigen respeto. En cambio, el
Muy Respetable Gran Maestro lo atiende cálidamente desde que asoma su rostro
barbado por la puerta principal. Es un hombre de un metro sesenta y cinco, de
complexión mediana, una mirada profunda e inquieta y con la sonrisa amigable.
Al igual que los presentes, viste de traje discreto, empero, que resalta el
porte distinguido de sus casi cincuenta años. Bajo un óleo de cuerpo entero
de Benito Pablo Juárez García, con los implementos masónicos. El dirigente le
cuestiona sobre su disposición libre y espontánea, sin influencia paterna o
de amigos, para ingresar a la Fraternidad. Al oír la respuesta afirmativa, el
anfitrión se congratula de que el hijo de un reconocido hermano manifieste su
determinación de estudiar las ciencias liberales. Sale del recinto. En menos de diez
minutos aparecen dos hombres de mediana edad y con cordialidad, le piden que
deposite sus joyas, cartera y dinero en una bolsa negra. Le piden permiso
para vendarle los ojos con la recomendación de que es mejor para él, no poder
ver nada, al momento que desabotonan su camisa y descubren su hombro y brazo
derecho y le acomodan una correa de la muñeca al cuello para arremangar el
pantalón descalzando el píe izquierdo. El nerviosismo del candidato se
cancela al oírse una música de fondo con flautines, cítaras y cánticos
relajantes, acompañados de un delicioso olor de incienso de rosas. De vez en
cuando, siente una voz que imita al viento, muy cerca de los oídos. Intenta
concentrarse para no perder la noción del tiempo. Estima que han pasado quince minutos
cuando oye una voz amigable que lo levanta del asiento y tomándolo del brazo
izquierdo es conducido con suavidad por escaleras, un elevador y superficies
planas. ¡Está confundido en su ubicación! La angustia por el estado de
indefensión se intensifica cuando escucha el ruido inconfundible de metales,
como si fuesen espadas, y lo sientan. El cuchicheo del ambiente se rompe por
una voz ronca que le interroga sobre las razones que tiene para pretender
ingresar a una organización secreta. Tiembla cuando un grito irrumpe: -
¡Es
un traidor! Lo enviaron para espiarnos! ¡Debe estar al servicio de nuestros
enemigos! Ya no le pregunten. ¡Ejecútenlo! Intenta defenderse. Es inútil. Otra
voz anuncia que todo está dispuesto y el verdugo puede proceder. Lo jalan
violentamente y lo hacen caminar en un clima de gritos de dolor y
sufrimiento. Tocan violentamente una puerta. Lo avientan y al despojarle la
venda de los ojos, observa a un encapuchado con guadaña. En la penumbra
distingue una mesa desvencijada, con un cráneo a la derecha y una vela a un
lado de un pedazo de pan duro y una vasija con sal. Le presentan en una hoja
blanca con un triángulo azul que debe responder a las preguntas: ¿Qué es Dios
para ti? ¿Si tu hora ha llegado, cual es la herencia que le dejas a tu
familia? ¿Qué le dejas a la humanidad? Una vez llenado el formulario, le
muestran un esqueleto humano. Le imponen la venda visual y al ruido de goznes
de la puerta le sigue el calor de una mano que le lleva por una escalinata en
donde le hacen tocar una soga antes de ponérsela en el cuello. Lo avientan y
cae en una superficie blanda de donde lo cargan para meterlo en un ataúd.
Siente como si el féretro descendiera hasta tocar fondo y pone atención al
ruido de tierra. Después... el silencio sepulcral. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido? Es
difícil establecerlo. Disminuye su desasosiego al oír voces y pasos. Lo sacan
de la caja mortuoria y empieza a caminar guiado por un desconocido. Se
detienen bruscamente. Pone atención a los golpes desesperados en madera y el
desenvainar de espadas. Gritos y carreras. Voces agitadas. Un breve
interrogatorio y la confirmación de su identidad con la sensación de la punta
afilada de metal en el corazón. Escucha un breve pero aleccionador discurso
sobre el castigo impuesto a los traidores. La ignorancia cegadora en que vive
el hombre y la necesidad de un conductor para no perderse en la oscuridad de
las pasiones. Entiende, entonces, que fue despojado de sus joyas y dinero
porque en la organización todos practican el derecho de la equidad al buscar
con honor, la virtud y el talento. Se le instruye sobre el Principio de Dios
como fuerza creadora del universo y de que el ser humano debe morir para las
pasiones y renacer con toda fuerza y vigor a las virtudes. Tras confirmar su
disposición a seguir, le llevan por caminos de obstáculos con agua y
finalmente cruza a ciegas por el fuego. Regresan al recinto y hace votos de
servir al Gran Arquitecto del Universo, a la humanidad en general y a sus
hermanos en particular. Cuando se pide la Luz para el candidato le arrancan
la venda de los ojos y observa el lugar: Un rectángulo bien iluminado,
adornado con varias columnas, al centro un pedestal con la Biblia abierta y
custodiada por un compás y una escuadra. En el lugar hay cuando menos,
cincuenta personas con sonrisas satisfechas. Le estrechan la mano y le
abrazan con cálida frase: -
¡Bienvenido
seas hermano! Aunque agotado por el esfuerzo físico
mental de dos horas, Miguel disfruta el momento. ¡Se siente en familia! La
experiencia y el mismo instante en que pudo ver, le parecen tan naturales...
¿cómo si ya hubiese estado en este lugar o uno parecido! Es más, siente un
profundo descanso corporal y espiritual, un sentimiento comparable únicamente
por el experimentado cada domingo cuando regresa a su casa para convivir con
sus padres e intercambiar puntos de vista o recibir consejo. Terminada la sesión, acuerdan ir a un
restaurante y compartir el pan y la sal con el recién iniciado. En la cena,
el estudiante descubre con emoción que los demás comensales son destacadas
personalidades intelectuales, políticas, militares, profesionistas en
diferentes disciplinas, líderes obreros y de organizaciones civiles. ¡Jamás
hubiese pensado que pertenecen a la masonería! Con orgullo, recibe tarjetas
personales con la promesa de auxiliarle en el momento y forma en que lo
requiera: -
¡Cuánta
razón tiene el viejo! Un masón se distingue por su obra y pensamiento.
Sobresalen sin tener necesidad de ostentar su condición, -- piensa con cierta
vanidad de sentirse miembro de una institución dedicada al estudio y
perfeccionamiento del hombre. Esa noche, el futuro médico no puede
conciliar el sueño. Repasa la vivencias y la emoción inhibe el descanso. Sabe
que debe ordenar su horario para atender la escuela, el servicio social y los
estudios de su nueva responsabilidad. -
Seguramente
encontraré la respuesta, -- piensa antes de quedar profundamente dormido. Una voz de trueno se apodera del
subconsciente: -
Buscad
y encontraréis! Siente frío. Intenta ubicar el lugar
en donde se encuentra. Todo es negro. ¿O acaso estará ciego? Acerca su mano
derecha y se inquieta: ¡Puede observarla! Y se maravilla de la luz plateada
que genera. Por lo tanto, deduce que no ha perdido la vista. Empieza a
caminar. Intuye que debe moverse en esa oscuridad profunda y cuya soledad
inserta un dolor en el pecho, como si tuviese muchas ganas de llorar al
sentirse desprotegido. Acude a la fórmula recién aprendida: -
A la
Gloria del Gran Arquitecto del Universo, -- la repite insistentemente al
sentir que un manto cálido, invisible, le cubre el cuerpo. El eco reverbera la frase: -
Mis
hijos jamás están solos. Confortado, reinicia su andar lento,
con precaución. No desea tropezar y caer en ese ambiente misterioso y que
presiente fangoso por la sensación chiclosa en los píes, que cansa y
obstaculiza cada paso. Parece que aquí no hay tiempo y
espacio. Se detiene al descubrir un punto luminoso. ¡Tan cerca! ¡Tan lejos!
Desea cogerle con sus dedos. Lo presiente lejos. Reflexiona sobre la
relatividad del espacio y está por resignarse cuando mira que la luminosidad
empieza a parpadear. Interpreta que le llama. Le asalta la duda: -
¿Podré
llegar a ese lugar? La única forma de saberlo es... ¡intentarlo! Avanza con determinación. La luz
parece responderle con alegría al iniciar su danza de atracción. Ahora está
arriba, después abajo. Se mueve a los lados, en forma vertical. Acelera los
parpadeos. Orienta el pensamiento del caminante. Tiene la imperiosa necesidad
de brincar. Lo hace. Sorprendido... deja de percibir el fango y queda
suspendido en el aire. Alza los brazos por encima de su cabeza y piensa con
el deseo profundo de que se haga realidad su intención de volar hacia ese
punto que, está convencido, le llama. El vértigo se apodera de sus vísceras
al percatarse del roce del viento helado. Levanta la cabeza y su corazón se
llena de gozo al ver como se hace grande, cada vez más grande, ese punto luminoso.
¡Ya es in círculo en expansión! La epidermis recoge un cosquilleo extraño
cuando traspasa la figura circular y queda de pie en una zona totalmente
iluminada. ¡Es tan placentero! Es un lugar raro. Las leyes de la
gravedad son inexistentes. No distingue que es arriba y que es abajo. Es el
momento en que se percata de que se encuentra en una esfera de luz. Con la
natural curiosidad, analiza el entorno. ¡Qué maravilla! Su improvisado
transporte viaja a una velocidad difícil de establecer. Se encuentra en el
cosmos. Los planetas y las estrellas pasan por sus ojos, sin marear al
viajero. Llega a los límites del sistema solar. Ingresa a una especie de
túnel inmenso sin cuerpos estelares. La esfera prosigue su viaje hacia un
punto en penumbra, después con luz brillante hasta repetir el proceso del
círculo en expansión y emerge en una Constelación con dos soles y sus propios
sistemas planetarios. La velocidad empieza a disminuir al
enfilarse a un planeta. Atraviesan por una atmósfera limpia y con nubes
transparentes. Las pequeñas montañas parecen crecer cuando se aproximan.
Llegan a un volcán muy alto, con caminos perfectamente delineados de la base
de las laderas al cráter, por donde ingresan al fondo de magma hirviendo. El
ruido del líquido cuando es desplazado al sumergirse el cuerpo esférico, le
obligan a retraerse y sonríe al comprobar que no puede sufrir daño alguno.
Ahora, observa un sendero espiral de tierra. Sale a la superficie. ¡Sí! Es
una hermosa ciudad de cristal. Torres piramidales conectadas por avenidas
curvilíneas en el aire. ¿Qué sucede? El complejo citadino flota sobre unos
hermosos valles verdes y amarillos como su fuese una superficie de oro en
figuras cuadrangulares. Se dirige a un edificio con arillos de energía.
Ingresa por una gruesa puerta transparente y detiene su marcha en lo que
parece un hangar con plataformas de ascenso y descenso. Con suavidad, se posa
la esfera y... ¡desaparece! Un hombre de edad avanzada, cubierto
con túnica de seda blanca su metro ochenta y cinco, con una capa de
terciopelo color cían sostenida con dos medallones de oro y con cuello alto,
que hacen perder el largo de la cabellera blanca ondulada, que resalta el
rostro dulce y de piel firme. Le extiende los brazos para recibirlo
acompañado de nueve jóvenes con camisas largas ceñidas con cinturones dorados
que sostienen las espadas flamígeras con mango en forma de una letra ge. El
largo de la vestimenta protege de los hombros a la mitad de los muslos
musculosos con mallas de metal flexible y brillante. Todos están alegres, con
sonrisas frescas y con visible satisfacción en el candor de sus ojos. Lo
abrazan y entonan cánticos dulces. Lo escoltan y conducen por pasillos
resplandecientes y confortables. Bajan por unos escalones dorados y tocan una
puerta. Les franquean el paso a un salón rectangular con muchas personas
vestidas como guerreros antiguos. ¿Qué es eso que tienen en la espalda?
¿Cómo? ¡Tienen alas! Son de diferentes tamaños y dimensiones. Otros portan
túnicas. Hombres y mujeres con los brazos en cruz sobre el pecho y con
ligeras inclinaciones de cabeza, le dan la bienvenida. Pasa al centro del
lugar. El viejo alto desenvaina la espada que emite fuego dorado carmesí. El
recién llegado tiene la necesidad de hincar la pierna derecha y agachar la
cabeza, en donde siente cuando se posa el arma candente que le inyecta una
onda de calor exquisito en todo el cuerpo, acompañado del placentero coro de
los presentes: -
¡Kodoish!
¡Kodoish! ¡Kodoish! Le indican que se levante y frente a
un enorme libro blanco, con ribetes dorados, recibe una espada igual a la que
tienen los que le custodian. Mira el mango tallado con signos
incomprensibles. Los presentes cierran los ojos, alzan los brazos al cielo
con oraciones que sobrecogen al corazón y aflora la inquietud en los
genitales que recorren a la espina dorsal. Al concluir el ceremonial lo
llevan a una mesa de manteles de color azul claro y muy largos, para
ofrecerle unas hojuelas blancas, aceite de oliva y un recipiente con agua que
ingiere y revitaliza su energía interna. Los mismos que le recibieron, lo
invitan a seguirle por el camino recorrido al principio. Lo despiden
amorosamente en la plataforma. Poco a poco es cubierto por la esfera
luminosa. Entiende que inicia el regreso a casa. Sin nostalgia. Con la
armonía de la tranquilidad de no sentirse solo. Disfruta el viaje estelar.
Identifica el sistema solar. El vehículo gira tres veces en Saturno y se
enfila a la Tierra. De la claridad atmosférica pasa a la espesa nubosidad
oscura y distingue las luces
citadinas que se acercan en forma acelerada. Mira claramente cuando llegan a
su recamara y a su cuerpo dormido que le jala por el ombligo para extenderse
de los píes a la cabeza. Escucha una voz sonora: -
¡Buscad
y encontraréis! El sonido del radio reloj le
despierta. ¡Qué descansado se siente! Se frota los ojos y se sienta en el
borde de la cama. Se dirige a la regadera y bajo el agua responde a un
mandato inconsciente de cantar: -
¡Maná
Ie! ¡Maná Ie! ¡Maná Ie! Guarda silencio al darse cuenta de
que repite una frase cuyo significado le es incomprensible: -
¿Maná
Ie? Empieza a recordar su sueño. Sonríe.
Al revisar sus actividades que desarrollará en el día, las imágenes recientes
pasan a segundo término. Es más importante el aquí y el ahora. |
Capítulo IV |
Capítulo VI |
Adam Kardmón, la conspiración del fin del fin del
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