Mario Luis Altuzar Suárez: Director General

Ana Rosa García Cruz: Gerente

Omar Flores: Coordinador Editorial

 

Novela

Capítulo I

La Manifestación

Capítulo II

El Elegido

Capítulo III

El Secreto de  la Abuela

Capítulo IV

El Adepto de la Oscuridad

Capítulo V

El Viajero Dimensional

Capítulo VI

Los Misterios

de Karla

Capítulo VII

Contacto en el Equinoccio

Capítulo VIII

La Encrucijada

de Martiniano

Capítulo IX

La Revelación

Capítulo X

Las Fuerzas Ocultas del Hombre

Capítulo XI

El Mandato Divino

Capítulo XII

Las Claves del Iniciado

Capítulo XIII

La Renovación

El Autor

 

Ensayo

De cómo se desvío el Destino de México.

Poesía:

La Hora de los Muertos.

Homenaje a Hiroshima.

Cuento;

El Signo de los Tiempos.

Premio UNESCO de Literatura 93.

Metafísico:

Guía del Despertar del Espíritu.

Esotérico:

Tomo I

Del Archivo de Merlín.

Adam Kardmón

La Conspiración del Fin del Mundo

Por Mario Luis Altuzar Suárez

 

Capítulo V

 

El Viajero Dimensional

 

Don Mariano encuentra difícil de creer las palabras de su hijo y piensa que seguramente fue víctima de una broma de sus compañeros.

-         ¡Estos muchachos de ahora, son bárbaros! Con los avances tecnológicos perfeccionan sus iniciaciones estudiantiles. – Frases destinadas a confirmar su escepticismo porque, en honor a la verdad, el narrador está fuera del tiempo para ser víctima de la inventiva de los estudiantes. ¡Próximamente se recibirá de médico! Acude el hombre maduro, a los principios adquiridos en Logia: “Dudad amigo mío de lo que no comprendáis o no conozcáis por vos mismo” Sin embargo, Miguel está convencido firmemente de lo que vivió, y sufre una profunda molestia al no encontrar respuestas a sus inquietudes.

El señor Armenta percibe el sentimiento de su vástago que le indica que debe adoptar una posición conciliadora para suavizar la charla en la sobremesa de esa tarde, en que disfruta los escasos momentos de convivencia con el orgullo de su familia. ¡La unidad familiar debe preservarse! Aquí se encuentra el principio y fin de la actividad humana. Así se lo enseñó su padre en las reuniones familiares de fin de semana, para encontrar el sentido al esfuerzo físico y mental de enfrentarse  un clima inhóspito e indomable, característico de San Nicolás de los Garza, Nuevo León. Un municipio conurbado a Monterrey, principal ciudad industrial del país con cerca de ciento diez años de fundado. Allí, la familia Garza Sada inició la producción y comercialización de cerveza que era buscada por los estadounidenses en tiempos de la Ley Seca que estimuló el crecimiento de la industria y su posterior ampliación con la creación de la Cartonera Titán, después la siderúrgica con equipo de desecho que obligó a los pioneros al dogma de fe de “ojalá y haga lámina”, para dar paso a la vidriera y su propia escuela de estudios superiores. Un detonante industrial asediado por los políticos federales que al no poder doblegar el orgullo neoleonés, le quitaron la franja norte del estado para obstruir su acceso directo a los Estados Unidos. Así, forjados en la mística del trabajo, con valores hondamente nacionales, pasaron sus primeros años de Don Mariano Armenta, hasta que se casó y buscó la vida en el comercio que le llevó, finalmente, a asentarse en Cuautitlán Izcalli, de reciente formación en el Estado de México.

En su trabajo conoció de todo. Y con habilidad evitó comprometerse con tendencias religiosas, ya que su formación hogareña era eminentemente católica. Sus relaciones le llevaron a intimar con dirigentes sociales y políticos, mismos que le motivaron a conocer las razones de su distinción y capacidad de liderazgo. Con el paso de los años descubrió que eran masones, pero por su estrecha relación, lo tomó en forma natural. Su forma de actuar distaba mucho del estereotipo inducido en algunas lecturas. Mostraban una religiosidad mística y de servicio a la comunidad. Convencían con razones y argumentos para orientar hacia soluciones de los problemas comunales. En alguna ocasión, preguntó a sus conocidos qué era la masonería y escuchó:

-         “El estudio de la filosofía en general, y en lo particular, el estudio de la moral para conocer y practicar la virtud, mediante el conocimiento de uno mismo, es decir, de identificar los errores propios para corregirlos y poder servir a los demás”.

Contra lo que se decía, el masón era un hombre religioso que creía en la existencia de un Dios, nombrado como el Gran Arquitecto del Universo. Los principios y el ejemplo de sus conocidos le llevó a solicitar ingresar a la organización unos diez años antes de esta charla con su hijo.

Observa satisfecho la firmeza de Miguel en sus expresiones. ¡Responde a las características de un Aries de mil novecientos setenta y cinco! Lleno de energía creativa y con entusiasmo le gusta iniciar nuevas actividades y proyectos. Reflexiona sobre la oportunidad de informarle sus actividades en la orden y sondea el terreno:

-         ¿No crees conveniente ingresar a la Institución? Tal vez... aquí encuentres las respuestas que buscas. El estudio de las artes antiguas conducen a entender y comprender mejor los misterios del Espíritu y de la Naturaleza en comunión con Dios.

Explica mientras pasan a la sala para disfrutar de un aromático café cordobés. Acomodados en los confortables sillones, Don Mariano amplía su exposición:

-         A mediados de mil setecientos, apareció en París, Francia, el Conde de Saint Germain, que alcanzó el Grado Treinta y Tres, el máximo nivel en la Gran Logia Nacional Francesa. Era un minucioso estudioso de la metafísica que desarrolló en el ámbito de la Iluminación. Sus apologistas sostenían que tenía la capacidad de transmutar la materia para traspasar paredes y conocer secretos de poderosos políticos y financieros. Fue mal interpretado en su enseñanza, ya que al decir que había conocido a Moisés y a Nabucodonosor, sus detractores apelaban a la picardía de su criado, quien decía de su amo, que era el mayor embustero que había conocido y señalaba: “Nos dice que tiene cuatro mil años y yo casi puedo asegurar que esto no es cierto. Hace apenas novecientos años en que estoy a su servicio”.

Padre e hijo se solazan con el chascarrillo y el padre prosigue:

-         La verdad es que esto es posible si aceptamos el principio de la metempsicosis, es decir, en la evolución del alma mediante la Transmigración del alma en diferentes encarnaciones.

Al aceptar Miguel ingresar a la Institución, Don Mariano levanta el teléfono para comunicarse con el Muy Respetable Gran Maestro y después del intercambio de saludos y la petición de que reciban a su hijo, cuelga la bocina para comunicarle a su heredero:

-         ¡Ya está! Mañana, a las ocho de la noche, te esperan en la Gran Logia Valle de México, --le proporciona la dirección y algunas recomendaciones personales.

Llega la hora en que el estudiante debe regresar a su departamento para prepara sus clases del día siguiente. Dentro de su inquietud natural ante un mundo desconocido, piensa en que argumentos ofrecerá a sus jefes del servicio social para poder salir temprano y acudir a la cita concertada por su padre.

Por la mañana, Miguel se da tiempo para acudir a la biblioteca y buscar antecedentes de la corriente filosófica a la que, está seguro, ingresará esa noche. Resume sus lecturas en una libreta de notas, en donde se lee:

-         “La masonería es una sociedad secreta esparcida por todo el mundo, y su origen parece ubicarse en el siglo octavo, cuando los constructores europeos se agruparon en la defensa de los secretos de su profesión, de donde obtienen sus instrumentos de trabajo como el mandil, el compás y la escuadra. En mil setecientos diecisiete se funda la Gran Logia de Londres, con una orientación teísta, un concepto que desciende de la palabra Teos que significa Dios. En mil setecientos veintiocho se crea la Gran Logia Madrileña en España, de donde llega directamente a México. En los tiempos actuales, añadieron a su espíritu de ayuda y fraternidad, una tendencia racionalista”.

En el hospital no encuentra resistencia a su petición de salir temprano y se cuestiona:

-         ¿Qué les pasa a mis maestros? Normalmente son tan reacios a otorgar permisos. Y así, sin más, accedieron a mi solicitud. ¡Bueno! Si hubiese encontrado oposición también estaría preguntándome la razón, -- se dice al abordar su auto compacto para dirigirse al encuentro de ese mundo en que ingresó su papá y supo mantener su relación con exceso de celo y cuidado.

Se extraña de la familiaridad cordial del recibimiento de que es objeto. Creía que por los niveles altos de sus anfitriones, encontraría gestos adustos y excesivamente protocolarios, con frialdad en un templo en donde los superiores exigen respeto. En cambio, el Muy Respetable Gran Maestro lo atiende cálidamente desde que asoma su rostro barbado por la puerta principal. Es un hombre de un metro sesenta y cinco, de complexión mediana, una mirada profunda e inquieta y con la sonrisa amigable. Al igual que los presentes, viste de traje discreto, empero, que resalta el porte distinguido de sus casi cincuenta años. Bajo un óleo de cuerpo entero de Benito Pablo Juárez García, con los implementos masónicos. El dirigente le cuestiona sobre su disposición libre y espontánea, sin influencia paterna o de amigos, para ingresar a la Fraternidad. Al oír la respuesta afirmativa, el anfitrión se congratula de que el hijo de un reconocido hermano manifieste su determinación de estudiar las ciencias liberales.

Sale del recinto. En menos de diez minutos aparecen dos hombres de mediana edad y con cordialidad, le piden que deposite sus joyas, cartera y dinero en una bolsa negra. Le piden permiso para vendarle los ojos con la recomendación de que es mejor para él, no poder ver nada, al momento que desabotonan su camisa y descubren su hombro y brazo derecho y le acomodan una correa de la muñeca al cuello para arremangar el pantalón descalzando el píe izquierdo. El nerviosismo del candidato se cancela al oírse una música de fondo con flautines, cítaras y cánticos relajantes, acompañados de un delicioso olor de incienso de rosas. De vez en cuando, siente una voz que imita al viento, muy cerca de los oídos. Intenta concentrarse para no perder la noción del tiempo.

Estima que han pasado quince minutos cuando oye una voz amigable que lo levanta del asiento y tomándolo del brazo izquierdo es conducido con suavidad por escaleras, un elevador y superficies planas. ¡Está confundido en su ubicación! La angustia por el estado de indefensión se intensifica cuando escucha el ruido inconfundible de metales, como si fuesen espadas, y lo sientan. El cuchicheo del ambiente se rompe por una voz ronca que le interroga sobre las razones que tiene para pretender ingresar a una organización secreta. Tiembla cuando un grito irrumpe:

-         ¡Es un traidor! Lo enviaron para espiarnos! ¡Debe estar al servicio de nuestros enemigos! Ya no le pregunten. ¡Ejecútenlo!

Intenta defenderse. Es inútil. Otra voz anuncia que todo está dispuesto y el verdugo puede proceder. Lo jalan violentamente y lo hacen caminar en un clima de gritos de dolor y sufrimiento. Tocan violentamente una puerta. Lo avientan y al despojarle la venda de los ojos, observa a un encapuchado con guadaña. En la penumbra distingue una mesa desvencijada, con un cráneo a la derecha y una vela a un lado de un pedazo de pan duro y una vasija con sal. Le presentan en una hoja blanca con un triángulo azul que debe responder a las preguntas: ¿Qué es Dios para ti? ¿Si tu hora ha llegado, cual es la herencia que le dejas a tu familia? ¿Qué le dejas a la humanidad? Una vez llenado el formulario, le muestran un esqueleto humano. Le imponen la venda visual y al ruido de goznes de la puerta le sigue el calor de una mano que le lleva por una escalinata en donde le hacen tocar una soga antes de ponérsela en el cuello. Lo avientan y cae en una superficie blanda de donde lo cargan para meterlo en un ataúd. Siente como si el féretro descendiera hasta tocar fondo y pone atención al ruido de tierra. Después... el silencio sepulcral.

¿Cuánto tiempo ha transcurrido? Es difícil establecerlo. Disminuye su desasosiego al oír voces y pasos. Lo sacan de la caja mortuoria y empieza a caminar guiado por un desconocido. Se detienen bruscamente. Pone atención a los golpes desesperados en madera y el desenvainar de espadas. Gritos y carreras. Voces agitadas. Un breve interrogatorio y la confirmación de su identidad con la sensación de la punta afilada de metal en el corazón. Escucha un breve pero aleccionador discurso sobre el castigo impuesto a los traidores. La ignorancia cegadora en que vive el hombre y la necesidad de un conductor para no perderse en la oscuridad de las pasiones. Entiende, entonces, que fue despojado de sus joyas y dinero porque en la organización todos practican el derecho de la equidad al buscar con honor, la virtud y el talento. Se le instruye sobre el Principio de Dios como fuerza creadora del universo y de que el ser humano debe morir para las pasiones y renacer con toda fuerza y vigor a las virtudes. Tras confirmar su disposición a seguir, le llevan por caminos de obstáculos con agua y finalmente cruza a ciegas por el fuego.

Regresan al recinto y hace votos de servir al Gran Arquitecto del Universo, a la humanidad en general y a sus hermanos en particular. Cuando se pide la Luz para el candidato le arrancan la venda de los ojos y observa el lugar: Un rectángulo bien iluminado, adornado con varias columnas, al centro un pedestal con la Biblia abierta y custodiada por un compás y una escuadra. En el lugar hay cuando menos, cincuenta personas con sonrisas satisfechas. Le estrechan la mano y le abrazan con cálida frase:

-         ¡Bienvenido seas hermano!

Aunque agotado por el esfuerzo físico mental de dos horas, Miguel disfruta el momento. ¡Se siente en familia! La experiencia y el mismo instante en que pudo ver, le parecen tan naturales... ¿cómo si ya hubiese estado en este lugar o uno parecido! Es más, siente un profundo descanso corporal y espiritual, un sentimiento comparable únicamente por el experimentado cada domingo cuando regresa a su casa para convivir con sus padres e intercambiar puntos de vista o recibir consejo.

Terminada la sesión, acuerdan ir a un restaurante y compartir el pan y la sal con el recién iniciado. En la cena, el estudiante descubre con emoción que los demás comensales son destacadas personalidades intelectuales, políticas, militares, profesionistas en diferentes disciplinas, líderes obreros y de organizaciones civiles. ¡Jamás hubiese pensado que pertenecen a la masonería! Con orgullo, recibe tarjetas personales con la promesa de auxiliarle en el momento y forma en que lo requiera:

-         ¡Cuánta razón tiene el viejo! Un masón se distingue por su obra y pensamiento. Sobresalen sin tener necesidad de ostentar su condición, -- piensa con cierta vanidad de sentirse miembro de una institución dedicada al estudio y perfeccionamiento del hombre.

Esa noche, el futuro médico no puede conciliar el sueño. Repasa la vivencias y la emoción inhibe el descanso. Sabe que debe ordenar su horario para atender la escuela, el servicio social y los estudios de su nueva responsabilidad.

-         Seguramente encontraré la respuesta, -- piensa antes de quedar profundamente dormido.

 

 

 

Una voz de trueno se apodera del subconsciente:

-         Buscad y encontraréis!

Siente frío. Intenta ubicar el lugar en donde se encuentra. Todo es negro. ¿O acaso estará ciego? Acerca su mano derecha y se inquieta: ¡Puede observarla! Y se maravilla de la luz plateada que genera. Por lo tanto, deduce que no ha perdido la vista. Empieza a caminar. Intuye que debe moverse en esa oscuridad profunda y cuya soledad inserta un dolor en el pecho, como si tuviese muchas ganas de llorar al sentirse desprotegido. Acude a la fórmula recién aprendida:

-         A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, -- la repite insistentemente al sentir que un manto cálido, invisible, le cubre el cuerpo.

El eco reverbera la frase:

-         Mis hijos jamás están solos.

Confortado, reinicia su andar lento, con precaución. No desea tropezar y caer en ese ambiente misterioso y que presiente fangoso por la sensación chiclosa en los píes, que cansa y obstaculiza cada paso.

Parece que aquí no hay tiempo y espacio. Se detiene al descubrir un punto luminoso. ¡Tan cerca! ¡Tan lejos! Desea cogerle con sus dedos. Lo presiente lejos. Reflexiona sobre la relatividad del espacio y está por resignarse cuando mira que la luminosidad empieza a parpadear. Interpreta que le llama. Le asalta la duda:

-         ¿Podré llegar a ese lugar? La única forma de saberlo es... ¡intentarlo!

Avanza con determinación. La luz parece responderle con alegría al iniciar su danza de atracción. Ahora está arriba, después abajo. Se mueve a los lados, en forma vertical. Acelera los parpadeos. Orienta el pensamiento del caminante. Tiene la imperiosa necesidad de brincar. Lo hace. Sorprendido... deja de percibir el fango y queda suspendido en el aire. Alza los brazos por encima de su cabeza y piensa con el deseo profundo de que se haga realidad su intención de volar hacia ese punto que, está convencido, le llama. El vértigo se apodera de sus vísceras al percatarse del roce del viento helado. Levanta la cabeza y su corazón se llena de gozo al ver como se hace grande, cada vez más grande, ese punto luminoso. ¡Ya es in círculo en expansión! La epidermis recoge un cosquilleo extraño cuando traspasa la figura circular y queda de pie en una zona totalmente iluminada. ¡Es tan placentero!

Es un lugar raro. Las leyes de la gravedad son inexistentes. No distingue que es arriba y que es abajo. Es el momento en que se percata de que se encuentra en una esfera de luz. Con la natural curiosidad, analiza el entorno. ¡Qué maravilla! Su improvisado transporte viaja a una velocidad difícil de establecer. Se encuentra en el cosmos. Los planetas y las estrellas pasan por sus ojos, sin marear al viajero. Llega a los límites del sistema solar. Ingresa a una especie de túnel inmenso sin cuerpos estelares. La esfera prosigue su viaje hacia un punto en penumbra, después con luz brillante hasta repetir el proceso del círculo en expansión y emerge en una Constelación con dos soles y sus propios sistemas planetarios.

La velocidad empieza a disminuir al enfilarse a un planeta. Atraviesan por una atmósfera limpia y con nubes transparentes. Las pequeñas montañas parecen crecer cuando se aproximan. Llegan a un volcán muy alto, con caminos perfectamente delineados de la base de las laderas al cráter, por donde ingresan al fondo de magma hirviendo. El ruido del líquido cuando es desplazado al sumergirse el cuerpo esférico, le obligan a retraerse y sonríe al comprobar que no puede sufrir daño alguno. Ahora, observa un sendero espiral de tierra. Sale a la superficie. ¡Sí! Es una hermosa ciudad de cristal. Torres piramidales conectadas por avenidas curvilíneas en el aire. ¿Qué sucede? El complejo citadino flota sobre unos hermosos valles verdes y amarillos como su fuese una superficie de oro en figuras cuadrangulares. Se dirige a un edificio con arillos de energía. Ingresa por una gruesa puerta transparente y detiene su marcha en lo que parece un hangar con plataformas de ascenso y descenso. Con suavidad, se posa la esfera y... ¡desaparece!

Un hombre de edad avanzada, cubierto con túnica de seda blanca su metro ochenta y cinco, con una capa de terciopelo color cían sostenida con dos medallones de oro y con cuello alto, que hacen perder el largo de la cabellera blanca ondulada, que resalta el rostro dulce y de piel firme. Le extiende los brazos para recibirlo acompañado de nueve jóvenes con camisas largas ceñidas con cinturones dorados que sostienen las espadas flamígeras con mango en forma de una letra ge. El largo de la vestimenta protege de los hombros a la mitad de los muslos musculosos con mallas de metal flexible y brillante. Todos están alegres, con sonrisas frescas y con visible satisfacción en el candor de sus ojos. Lo abrazan y entonan cánticos dulces.

Lo escoltan y conducen por pasillos resplandecientes y confortables. Bajan por unos escalones dorados y tocan una puerta. Les franquean el paso a un salón rectangular con muchas personas vestidas como guerreros antiguos. ¿Qué es eso que tienen en la espalda? ¿Cómo? ¡Tienen alas! Son de diferentes tamaños y dimensiones. Otros portan túnicas. Hombres y mujeres con los brazos en cruz sobre el pecho y con ligeras inclinaciones de cabeza, le dan la bienvenida. Pasa al centro del lugar. El viejo alto desenvaina la espada que emite fuego dorado carmesí. El recién llegado tiene la necesidad de hincar la pierna derecha y agachar la cabeza, en donde siente cuando se posa el arma candente que le inyecta una onda de calor exquisito en todo el cuerpo, acompañado del placentero coro de los presentes:

-         ¡Kodoish! ¡Kodoish! ¡Kodoish!

Le indican que se levante y frente a un enorme libro blanco, con ribetes dorados, recibe una espada igual a la que tienen los que le custodian. Mira el mango tallado con signos incomprensibles. Los presentes cierran los ojos, alzan los brazos al cielo con oraciones que sobrecogen al corazón y aflora la inquietud en los genitales que recorren a la espina dorsal. Al concluir el ceremonial lo llevan a una mesa de manteles de color azul claro y muy largos, para ofrecerle unas hojuelas blancas, aceite de oliva y un recipiente con agua que ingiere y revitaliza su energía interna.

Los mismos que le recibieron, lo invitan a seguirle por el camino recorrido al principio. Lo despiden amorosamente en la plataforma. Poco a poco es cubierto por la esfera luminosa. Entiende que inicia el regreso a casa. Sin nostalgia. Con la armonía de la tranquilidad de no sentirse solo. Disfruta el viaje estelar. Identifica el sistema solar. El vehículo gira tres veces en Saturno y se enfila a la Tierra. De la claridad atmosférica pasa a la espesa nubosidad oscura y distingue  las luces citadinas que se acercan en forma acelerada. Mira claramente cuando llegan a su recamara y a su cuerpo dormido que le jala por el ombligo para extenderse de los píes a la cabeza. Escucha una voz sonora:

-         ¡Buscad y encontraréis!

El sonido del radio reloj le despierta. ¡Qué descansado se siente! Se frota los ojos y se sienta en el borde de la cama. Se dirige a la regadera y bajo el agua responde a un mandato inconsciente de cantar:

-         ¡Maná Ie! ¡Maná Ie! ¡Maná Ie!

Guarda silencio al darse cuenta de que repite una frase cuyo significado le es incomprensible:

-         ¿Maná Ie?

Empieza a recordar su sueño. Sonríe. Al revisar sus actividades que desarrollará en el día, las imágenes recientes pasan a segundo término. Es más importante el aquí y el ahora.

 

 

 

Capítulo IV

El Adepto de la Oscuridad

Capítulo VI

Los Misterios de Karla

 

 

 Adam Kardmón, la conspiración del fin del fin del mundo Ó.

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